(El general Oskar Potiorek) |
Que en ocasiones es mejor estar callado es un hecho, pero en otras uno abre su boca con la mejor de las intenciones y luego los acontecimientos le llevan a arrepentirse. Y aquí estamos nosotros, un siglo después, acordándonos de las desafortunadas palabras de un hombre, en concreto de Oskar Potiorek. General del Imperio Austrohúngaro, como diría el gran Berlanga, y gobernador de Bosnia cuando ocurrió el atentado del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa el 28 de junio de 1914, aquello que llevó de un modo u otro a la Primera Guerra Mundial. Es más, nuestro protagonista viajaba en el mismo coche que el archiduque cuando este fue asesinado.
No hace mucho les comentaba cómo aquel atentado había ocurrido por un despiste del conductor, que se equivocó de calle en un giro, pero antes de ese fatídico momento final ocurrió lo que voy a narrarles hoy. Hubo un primer intentado de asesinado por parte de Nedeljko Čabrinović contra el archiduque aquella misma mañana, pero aunque murió mucha gente el archiduque y su esposa salieron ilesos. Se había lanzado una bomba contra ellos que explotó fuera del coche y, como es lógico, la comitiva con las personalidades huyó velozmente de aquel lugar camino del ayuntamiento. Una vez allí, y tras tranquilizarse todos, pareció oportuno que los aristócratas, contra los que iba la bomba, visitaran en el hospital a aquellos que habían sido heridos en el intento de asesinato que en realidad iba contra ellos.
Cuando estaban preparándose para salir camino del hospital, un miembro de la comitiva del archiduque apuntó que quizás aquello no era buena idea. Al fin y al cabo esa misma mañana había habido ya un atentado y quizás no fuera adecuado tentar a la suerte. Y en ese momento, nuestro hombre, Oskar Potiorek, dijo algo de lo que seguramente más tarde se arrepentiría. Potiorek era el responsable de la seguridad de la comitiva y frente a las reticencias sobre dicha seguridad en las calles de Sarajevo le dijo a uno de los que estaban en contra de la visita al hospital:
¿Cree usted que Sarajevo está llena de asesinos?
Poco después, como decía, el conductor se equivocó de calle en un giro y Gavrilo Princip encontró su oportunidad, no esperada, para disparar y acabar con el archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa. A su lado en el carruaje iba Potiorek que quizás pensó en aquellas palabras que habían salido de su boca poco antes. Por no decir que había fracasado en su responsabilidad de aquel día, la seguridad de la comitiva.