Poco después de firmar el contrato para El barbero de Sevilla, una de mis óperas favoritas, dicho sea de paso, Rossini sabía que tenía cierto tiempo para componer la obra pero aquello no le preocupaba demasiado, ya que era conocido precisamente por su facilidad al componer. Durante diecinueve años fue capaz de escribir dos óperas en cada uno de ellos y en algunos incluso más. Se había comprometido a tener finalizadas dos óperas para el carnaval de 1816 y en diciembre de 1815 acabó la primera, poniéndose inmediatamente con la segunda.
Compartía vivienda entonces Rossini con un tenor, y el piano estaba en el salón, donde permanecía sin que el compositor se sentara ante él. Después de unos días el tenor le dijo:
-Van pasando los días y no has hecho aún nada.
-¿Qué no he hecho nada? Ahora verás.
Y Rossini se sentó al piano y empezó a tocar la ópera, un tema tras otro. Lo tenía todo ya en su cabeza. Al día siguiente llamó a unos copistas y comenzó a escribir la partitura final que entregaba inmediatamente a aquellos para que la copiasen y la llevasen al teatro para que se pudiera ir ensayando. Habían pasado poco más de tres semanas desde que había comenzado a trabajar en aquella ópera, y no hay que olvidar que estamos hablando de El barbero de Sevilla.
Hola, tengo un blog de la misma temática y pienso que podemos compartir enlaces. Para contactar conmigo, dirígete al email de mi perfil. ¡Un saludo!
Siempre me han impresionado los compositores de mùsica, que maravilla tener ese don para transformar los sonidos en bellas melodias y la rapidez como los interpreto Rossini, a mi tambien me gusta la opera del Barbero de Sevilla.
Un saludo
Nicolas, le echaré un ojo a tu blog.
Mariac, comparto la admiración por los compositores.
Saludos.