Hay cientos, incluso miles, de pequeñas cuestiones, problemas y situaciones que hicieron que la Segunda Guerra Mundial discurriera como discurrió y acabara como acabó. Ya hemos visto otras veces en este mismo blog cómo hechos insignificantes a priori se convertían en puntos de inflexión. Hoy vuelvo a explicar una situación similar.
Para un piloto de combate las horas de entrenamiento son la base para poder enfrentarse posteriormente con garantías al enemigo. El entrenamiento de pilotos consume tres factores claves muy necesarios en la guerra real: el propio piloto, los aviones y el combustible. Es decir, los mandos deben decidir en qué momento dejan de usar estos tres factores en fase de entrenamiento y los ponen a disposición del combate real. Cuanto mayor sea el entrenamiento, mejor será posteriormente el desempeño de la acción de combate, pero a veces no hay tiempo y las circunstancias de la guerra mandan.
En 1942, los alemanes comenzaron a notar la escasez relativa de uno de los tres recursos de los que hablaba anteriormente: el combustible. Desde el comienzo de la guerra y hasta aquel momento, los nuevos pilotos disponían de unas 240 horas de vuelo antes de entrar en combate. En cambio, los británicos recibían solo 200 horas y los rusos ni siquiera llegaban a esas.
En 1942 Alemania bajó su tiempo de entrenamiento a 205 horas, mientras que los británicos sumaron otras 40 horas a las 200 que venían invirtiendo. Los EEUU por aquel entonces dedicaban 270 horas a entrenar a sus pilotos. Cada vez había menos aviones y combustible nazis disponible. Esto obligó a bajar el tiempo de preparación a 170 horas. Muy pocas comparadas con las 340 que ya invertían los británicos y las 360 de los EEUU. El tiempo bajó aún más para los pilotos alemanes hacia el final de la guerra.
Es muy complicado medir la importancia exacta de este hecho en los combates aéreos, y más complicado aún medir su peso en la guerra. En cualquier caso, fue otro de los pequeños pesos que fueron inclinando la balanza. La falta de combustible disminuyó el entrenamiento de los pilotos.
Más información: Dirty little secrets of the World War II de James F. Dunnigan y Albert A. Nofi
Hola Amigo. En una anterior entrada me respondías que éramos muchos y que íbamos a ser muchos mas. Yo, por mi parte, me he ocupado de hacer conocer tu excelente blog entre los estoicos que visitan el mío.
Acompaño un sentimiento de sana envidia al abrazo curistórico/cacho-de-culturico que te hago llegar
Muchas gracias Isaac y ánimo, que con esfuerzo todo llega.