Esto es lo que le ocurrió a Ventura de la Vega, escritor decimonónico español, aunque nacido en Argentina. En 1865 este pobre hombre llevaba varias semanas de agonía y el diario “La Correspondencia”, cansado de este suplicio y sin duda buscando el bien del dramaturgo, publicó el triste desenlace: Ventura de la Vega, ha muerto. Pero el Señor de la Vega no había fallecido y el periódico hubo de retractarse. El escritor demoraba en demasía su instante postrero y aquello no era conveniente, sobretodo porque había desmentido al periódico y había echado a perder la noticia.
El punto culmen de esta historia llegó cuando finalmente nuestro protagonista exhaló su último suspiro. En ese momento los periodistas se cobraron su justa venganza redactando la noticia, esta vez cierta, de la siguiente manera: “Hoy, por fin, falleció don Ventura de la Vega”. Una forma un poco dura de anunciarlo, pero comprenderán ustedes el enfado de los redactores con de la Vega.
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Un tanto agonías los periodistas por dar la gran noticia sobre el fallecimiento.
Y encima, se ponen chulescos cuando de verdad fallece... que pena, que pena...
Hombre, es que ya lo habían publicado...
SAludos.