Según parece, andaba el pintor Toulouse Lautrec, el gran pintor de la noche parisiense de finales del siglo XIX, exponiendo sus cuadros, cuando una puritana señora puso por delante de lo que veía sus prejuicios. En este caso, la señorita ligera de ropa que representaba la obra fue clasificada como «poco respetable». Escuchando el artista tales escandalizadas afirmaciones, explicó su trabajo a la crítica señora, suponemos que visiblemente molesto.
Explicó que la señorita del cuadro, en ropa interior, se estaba vistiendo y que el hombre que estaba con ella no era otro que su marido. Reprobó Lautrec a la «digna señora» su interpretación del cuadro, afirmando que la inmoralidad estaba en sus ojos. Lo que les comentaba, que cada uno ve lo quiere, o lo que puede, según sus creencias.
Por supuesto, esto de ver cada uno lo que quiere a veces juega a favor del artista y a veces en contra. Y lo mismo para el que contempla. Donde unos ven una maravillosa obra, centrándose, por ejemplo, en la técnica, otros ven un pedazo de historia, y otros ven una dama ligera de ropa. Posiblemente sean estos últimos los que miran con más interés.
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Efectivamente!
Muchas veces son nuestros prejuicios o ideas sin razón la que no nos dejan ver más allá de toda evidencia.
Si hablamos de Toulouse Lautrec todos podemos asegurar que es arte, pero si hablamos del arte contemporáneo da igual cómo lo miremos.
No hay por dónde cogerlo.
Un saludo
Gracias por los comentarios.
Javier, un punto muy controvertido el que te planteas. Pero creo que también hay arte contemporáneo muy bueno. Vamos, lo que decía, que al final todo está en el ojo del que mira.
Saludos.
ja ja ja qué bueno
Ríete, pero es 100% cierto que a veces vemos lo que queremos y no lo que tenemos delante.
Saludos.