Bandō Mitsugorō, el actor que murió por una fanfarronada

Actores de kabuki, por Yakovlev Shalyapin
(Actores de kabuki, por Yakovlev Shalyapin)

Las fanfarronadas suelen dejar en mal lugar a sus padres. En ocasiones, además, les cuesta a estos algún sonrojo o mal rato, y, cuando la cosa llega muy lejos, una fanfarronada puede acabar en tragedia. Desde el punto de vista del humor, podríamos decir que aquello de no hay huevos, es un camino que es mejor no tomar. Un caso extremo, por todo, fue el de Bandō Mitsugorō, un actor de kabuki japonés.

Mitsugorō, nacido en 1906, no era un hombre cualquiera. Era casi idolatrado en su país desde que muy joven comenzó con su trabajo artístico. Formaba parte de una estirpe importante, de hecho, es conocido como Bandō Mitsugorō VIII, y en 1973 fue declarado por el gobierno como un tesoro nacional viviente. Poco después una fanfarronada le costó cara.

En enero de 1975, entró en un restaurante de Kioto y pidió fugu kimo, es decir, el hígado del pez fugu. Como sabrán, quizás gracias a los Simpsons, el pez globo, como también se conoce al fugu, tiene una carne exista, según parece, pero no exenta de peligro. El mismo animal nos ofrece, sin pagar más por ello, tetrodotoxina, un veneno mortal. Es virtud del cocinero separar una cosa de la otra, con muchísima maestría y conocimiento. Esto es complicado, y en el momento en que ocurrió lo que les cuento, servir este producto en los restaurantes estaba prohibido. A pesar de ello, el fugu llegó a la mesa.

No es que Mitsugorō se arriesgara comiendo fugu, como hacen otros muchos, sino que afirmó que él era inmune al veneno y que no tendría problema en comer el hígado del pez, cargado de toxina. No sé muy bien qué hicieron sus acompañantes, pero lo cierto es que siguió sus palabras hasta el final, comió, se fue a su hotel y murió en pocas horas. Además, la muerte por este tipo de envenenamiento no debe ser nada placentera, sino que más bien es lo contrario.

Una fanfarronada que el actor pagó muy cara. Una estrella del kabuki que acabó estrellada. Que nos sirva esto de lección a todos para responder a eso de a que no hay huevos, con un no, no los va a haber.

Fuente: La ciencia en la sombra, de J.M. Mulet

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