(El cadáver crucificado de James Legg) |
Volvemos hoy al tema de los resurrecionistas, ya saben, de los ladrones de tumbas. Lo más habitual era que aquellos cadáveres se usaran para estudiar anatomía, pero también hubo algún otro uso. Hace poco hablábamos del robo de dientes, un uso algo asqueroso, todo sea dicho. Mucho más interesante es el uso para el mundo del arte. Al caso del Miguel Ángel, del que hablábamos hace 9 años, se une hoy el trabajo del inglés Joseph Constantine Carpue y Thomas Bank.
Carpue, nacido en 1764, tuvo un papel destacado como cirujano y anatomista, siendo conocido por sus trabajo en torno a la rinoplastia, es decir, por aplicar la cirugía plástica de la nariz. En 1801 Carpue consiguió que pusieran a su disposición el cadáver de un asesino al que habían condenado a muerte en Chelsea. Su objetivo era crucificarlo y comprobar así cómo colgaría el cuerpo en la cruz.
James Legg era el nombre de aquel condenado a muerte, que se cruzó con Carpue, y algunos otros, para acabar en una cruz. La crucifixión se hizo inmediatamente después de la ejecución, con el cuerpo aún sin muchos cambios. Carpue se acompañó de un escultor, Thomas Bank, y de otros dos artistas, Benjamin West y Richard Crossway. Como podrán imaginar, la representación de Cristo en la Cruz en el mundo del arte estaba detrás de aquella idea. Se hizo un molde del cadáver crucificado y Carpue publicó sus conclusiones. También se escribieron comentarios sobre arte y sobre las representaciones que hasta el momento se habían hecho de Jesús en la Cruz. Aún hoy se conserva el cadáver crucificado de James Legg.
Fuente: The Guardian
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