Los gritos de guerra al entrar en combate

Falange macedonia en combate
(Falange macedonia en combate)

Les voy a hacer una confesión, nunca he estado en una batalla, así que sólo puedo imaginar lo que siente uno cuando se lanza a la carrera, o con suerte a caballo, contra un enemigo que está allí para intentar matarte. Pero dicho eso, la imaginación, o la intuición, me llevan a pensar que gritar es un buen método para, a la vez, animarse uno a sí mismo, soltar tensión y además sentirse parte del grupo. Supongo que por todo esto, durante siglos, el momento de entrar en combate se avisaba alzando un estandarte, o con algún método similar, y a partir de aquel momento las tropas explotaban en tropel hacia el enemigo, voceando a todo pulmón su grito de guerra.

No hablamos en este caso de gritos de furia, o de las voces que un guerrero, de manera individual, pudiera dar, sino de gritos de guerra propios y característicos de un grupo de guerreros. Desde el desperta ferro de los almogávares, al clásico de las tropas españolas: ¡Santiago y cierra, España!

Estos gritos atemorizaban también al enemigo, en el mejor de los casos. Los cruzados usaban el Deus vult, es decir, Dios lo quiere, entre otros. En su versión francesa, ese Deus vult era Dieu le veut, y otro grito clásico de los caballeros franceses en la época medieval era ¡Pongnies! (¡Espuelas!)

El ejército tardoimperial romano gritaba ¡Junge!, que venía a decir ¡prietas las filas!, y se usaba para llamar a los soldados a formar una tortuga, formación que tan populares hicieron Astérix y Obélix, y enfrentarse así a una carga enemiga. Los oficiales bizantinos trataban de alentar a sus hombres en el combate usando el grito de ¡Deus nobiscum! (¡Dios con nosotros!). Frente a este grito de los mandos, los guerreros, a una voz, respondían ¡Kyrie Eleison! (¡Señor ten piedad!)

El historiador Liutpando de Cremona, nacido en el siglo X, describía como torpe y diabólico el grito de los guerreros húngaros, que veía a ser “hui, hui”, asegurando que era aterrador para sus enemigos, por lo tanto, al menos cumplía uno de sus cometidos. Los normandos, por contra, no buscaban tanto atemorizar a sus enemigos como buscar ayuda divina, ya que su grito era ¡Dex aie!.

¿Conocen ustedes algún otro grito de guerra que les gustaría compartir? Aún en tiempos modernos existen casos, como el Banzai de los kamikazes o el Tierra y Libertad de los revolucionarios mexicanos.

Fuente: La aventura de la historia (núm. 18)

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