(El Vasa, el mítico barco que navegó sólo unos metros) |
El 10 de agosto de 1628 comenzaba su navegación un barco enorme, mastodóntico, gigantesto, un coloso de los océanos con decenas de cañones, con más de mil metros cuadrados de velas, casi setenta metros de eslora, más de cincuenta de quilla a punta de palo mayor y una dotación de ciento treinta hombres a los que se podrían unir hasta trescientos soldados. Tras dos años de trabajo y pagos, el Vasa, un mítico barco sueco, dejaba puerto por primera vez, quizás el buque de guerra más impresionante de su tiempo.
El Vasa es el único barco del siglo XVII que se conserva aún en nuestro días, con casi el cien por cien de su estructura original y con una colección de esculturas talladas en él que son todo un museo en sí mismas. En su mala suerte, que ahora veremos, está la buena nuestra, que es poderlo disfrutar en la actualidad. El barco se hizo al agua el 10 de agosto de 1628, como decía, en Estocolmo. Al bajar por la bocana del puerto, un golpe de viento lo escoró, aunque pareció que el barco retomaba sin problemas su sitio sobre las olas. Una segunda ráfaga lo tumbó algo más y comenzó a entrar agua.
Durante la construcción del barco, el rey, Gustavo Adolfo II de Suecia, solicitó que tuviera más cañones, por lo que se cambió el diseño para cumplir con la solicitud, pero lo cierto es que las dimensiones no daban para tanto. Se construyó una estructura muy alta para poder albergar tanto cañón y para compensar esa altura, se llenó el fondo del barco con piedras, para darle estabilidad. No fue la solución suficiente ya que a pesar de ella, cuando aún estaba a tiro de piedra de puerto, literalmente, el Vasa se hundió. Comenzó a inundarse por los movimientos del viento y debido a su precaria estabilidad el agua no paró de entrar, y cuanta más entraba menos estable era la nave, y lo uno llevó a lo otro y lo otro llevó al barco al fondo. Sólo había navegado unas centenas de metros en su primer viaje, cuando se lo tragó el océano. Pero no se perdió para siempre, al contrario que treinta vidas de su tripulación.
Trescientos treinta y tres años después, en 1961, fue reflotado y gracias a su corta primera vida, hoy disfruta de una segunda oportunidad en un museo. El barco se recuperó junto con unos catorce mil objetos de su época, entre los que hay setecientas esculturas, por lo que el hallazgo es aún más rico.
Fuente: Vasa Museet
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