Conan Doyle describió una guerra submarina que se hizo real

RMS Olympic
(RMS Olympic)

Al comienzo de la Primera Guerra Mundial los submarinos aún tenían que ganarse su puesto como elemento clave en la guerra naval. No se comprendía entonces claramente cuál sería su papel y su forma de combate era tan diferente a dos barcos enfrentándose sobre el agua que había dudas de todo tipo. El propio Churchill afirmó entonces sobre los submarinos que eran una “extraña forma de guerra hasta ahora desconocida para la experiencia humana”. Como otras tantas veces la literatura se adelantó a la realidad.

Sir Arthur Conan Doyle había escrito un relato titulado Peligro un año y medio antes del comienzo de la guerra, aunque se publicó en julio de 1914, en el que un país ficticio llamado Norlandia, “una de las potencias más pequeñas de Europa”, se enfrentaba en una guerra a Inglaterra. Al comienzo de aquella guerra inventada por Conan Doyle los británicos arrasaban a la pequeña Norlandia, pero esta tenía un as en la manga, su flota de ocho submarinos. Desplegados cerca de las costas de su enemigo las naves submarinas hundía barcos mercantes cargados tanto con pasajeros como con mercancías, lo mismo daba.

La situación se tornaba en la guerra y Norlandia ponía al borde de la hambruna y la escasez severa a Inglaterra. En un momento del relato un comandante de submarino, John Sirius, torpedeaba un transatlántico cargado de pasajeros, el Olympic, del la compañía White Star. Esta naviera, como sabrán, no era de ficción y era la propietaria del Titanic, que era un barco de la misma clase que el Olympic, que también era real y que Conan Doyle colocó en su relato. Inglaterra, en la ficción, acababa rindiéndose.

La estrategia de Norlandia se hizo realidad posteriormente, pero cuando el relato vio la luz fue calificado de demasiado fantasioso y, especialmente, se decía que nunca un comandante actuaría como el comandante Sirius, ya que aquello contravenía el código marítimo vigente. Según este, se podría detener un barco mercante, registrarlo y confiscarlo, pero nada más que eso y se prohibía terminantemente atacar barcos de pasajeros civiles.

Conan Doyle acertó a adelantar la realidad en su relato. Poco después se verían en los mares hechos como los que narraba en su relato y comportamientos como los del capitán Sirius.

Fuente: Lusitania, de Erik Larson

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