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Wilhelm Friedemann Bach, talento desperdiciado

Wilhelm Friedemann Bach
(Wilhelm Friedemann Bach)

Esta mañana de camino al trabajo he escuchado el repaso que han hecho en Radio Clásica (RNE) de la vida de Wilhelm Friedemann Bach, hijo de Johann Sebastian Bach, y aprovechando que esta semana se celebra el Día del Padre, no me resisto a compartir algunos detalles con ustedes.

Bach, el padre, nacido en 1685 y fallecido en 1750, es uno de los compositores más célebres y celebrados de todos los tiempos, miembro destacado de un clan, en de los Bach, que tiene decenas de compositores e intérpretes. Wilhelm Friedemann Bach fue el segundo de los veinte hijos de Johann Sebastian y si bien parece que tenía un gran talento musical y era un gran improvisador, su mala vida le llevó a desaprovechar en gran parte ese talento, aunque también es cierto que de un modo u otro logró vivir de la música.

Nacido en 1710, ya de niño apuntaba maneras musicales. En 1720 falleció su madre y la nueva esposa de su padre nunca fue de su agrado. Tal es así que cuando quedó huérfano también de padre rechazó de pleno a su madrastra y nunca la ayudó, aunque esta viviera de la caridad. Haciendo uso de sus derechos como hijo, se hizo con las partituras originales manuscritas de un buen número de obras de su padre y debido a que sus malas artes le llevaron a dar tumbos de trabajo en trabajo, finalmente optó por venderlas a un librero. Malvenderlas, supongo. Según parece, esa parte de la obra de Johann Sebastian Bach se perdió para siempre.

Después de deshacerse de una buena parte de las obras de su padre, sus hermanastros le escribieron diciéndole que había un hombre interesado en editar las obras completas de aquel, y que además estaba dispuesto a pagar generosamente. Bach hijo se tiró entonces de los pelos, supongo, pero no tuvo reparo en falsificar algunas partituras que escribió él mismo y firmó como si fueran de su padre, para intentar venderlas.

Como decía, Wilhelm Friedemann Bach dejó obras musicales para la posteridad, pero bien poco parece eso frente a haber echado a perder algunas composiciones de su padre. Como dice Robert de Niro en la película Una historia del Bronx: no hay cosa más triste en la vida que el talento desperdiciado.

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