(Moneda con la cara de Filistis, esposa de Hierón II) |
Hay cosas de las que uno habitualmente no se da cuenta hasta que alguien se lo dice: estás despeinado, tienes una mancha en la espalda, te apesta el aliento… y el problema es doble cuando los que te rodean no se atreven a destapar el problema, más por miedo que por otro motivo.
Esto le pasó a Hierón II de Siracusa, un tirano que vivió entre el 306 y el 215 a.C., y que desprendía un mal olor horrible debido a que sufría de ocena, una enfermedad de la nariz. Como decía, nadie se atrevía a hacerle saber que era un martirio estar a su lado por la fetidez que desprendía, hasta que un día lo visitó una mujer extranjera, que sin mucho tacto le dijo: hueles, y es tal la fetidez que no resulta soportable estar a tu lado.
Lejos de enfadarse con ella y castigar a la mujer, algo que todos suponían que haría, le agradeció su sinceridad y con quienes se encaró fue con aquellos que le rodeaban habitualmente, preguntándoles por qué no le habían puesto al corriente del problema. Entre los cercanos, lógicamente, estaba su esposa, a la que se dirigió directamente, aunque esta tuvo unos reflejos rápidos y respondió con una frase que casi parece preparada para dicho momento:
Mi señor, nunca me he acercado a otro hombre que no fuerais vos, por lo que pensé que vuestro olor era el natural en todos los hombres.
Hierón, que supongo no tan tonto como para creerse la excusa, según parece se sintió conmovido por la respuesta y aquella situación no fuera a mayores. Eso sí, le buscaron una solución al problema de mal olor.
Fuente: El gran libro de la historia de las cosas, de Pancracio Celdrán
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Que bacan!! Me ha gustado!! Que buenas historias leo en tu blog
Gracias Gary por el comentario :)
Hierón, agua. Agua, Hierón. Y todos fueron felices.
Zum... esto... me he perdido :(
Creo que estaba simulando una presentación entre dos antagonistas.
Un saludo.
Gracias SiberianSvezde por el comentario.