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Las lunas de Marte, descritas antes de conocerse

Los viajes de Gulliver fueron escritos por Jonathan Swift y vieron la luz en el año 1726. En un pasaje del libro se habla de las dos lunas o satélites de Marte:

Asimismo han descubierto dos estrellas menores o satélites que giran alrededor de Marte, de las cuales la interior dista del centro del planeta primario exactamente tres diámetros de éste, y la exterior, cinco; la primera hace una revolución en el espacio de diez horas, y la última, en veintiuna y media; así que los cuadros de sus tiempos periódicos están casi en igual proporción que los cubos de su distancia del centro de Marte, lo que evidentemente indica que están sometidas a la misma ley de gravitación que gobierna los demás cuerpos celestes.

Unos años más tarde, en 1752, fue Voltaire el que hizo referencia a los satélites de Marte en su obra Micromegas con el siguiente texto:

Al salir de Júpiter atravesaron un espacio de cerca de cien millones de leguas, y costearon el planeta Marte, el cual, como todos saben es cinco veces más pequeño que nuestro glóbulo, y vieron dos lunas que sirven a este planeta y no han podido descubrir nuestros astrónomos.

Lo más curioso de todo esto es que Fobos y Deimos, las dos lunas de Marte, no fueron descubiertas hasta el año 1877, por el astrónomo Asaph Hall. Es decir, ciento cincuenta años después de que se publicaran Los viajes de Gulliver y ciento veinticinco después de que viera la luz el cuento de Voltaire. Aunque, lógicamente, se hacían eco de algunas teorías de su época, la exactitud de los datos que describió Swift es asombrosa.

Debido a estas dos menciones anteriores al descubrimiento de Fobos y Deimos, los dos mayores cráteres que hay en este último recibieron el nombre de Swift y Voltaire.

Ver comentarios

  • "—... por qué los llaman Swift y Voltaire? —decía Jackie.
    —Ambos predijeron la existencia de las lunas marcianas en sus libros, escritos un siglo antes de que las descubrieran —contestó Peter—. En Los viajes de Gulliver, Swift incluso da las distancias que las separan del planeta y sus períodos orbitales, y no andaba muy desencaminado en sus cálculos.
    —¡Bromeas!
    —No.
    —¿Cómo se las arregló para saberlo?
    —No lo sé. Pura suerte, supongo.
    Sax carraspeó.
    —Secuencia.
    —¿Qué? —dijeron.
    —Venus no tenía luna; la Tierra, una; Júpiter, cuatro. Marte debía de tener dos. Y como no podían verlas, seguramente eran muy pequeñas. Y cercanas, por tanto veloces.
    Peter rió.
    —Swift debía ser un tipo muy listo.
    —O su fuente. Pero sigue siendo suerte. Porque la secuencia es pura coincidencia."

    Marte verde, de Kim Stanley Robinson.

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