Coincidencias heráldicas, cuando vistes como tu enemigo

Una de las peores cosas que le puede pasar a una dama es asistir a una fiesta y encontrarse allí con otra dama que ha tenido la terrible ocurrencia de lucir el mismo vestido. Si la fiesta en cuestión es la celebración de una boda, o las implicadas en la similitud de gustos son amigas, el problema pueda adquirir dimensiones épicas y acabar arruinándolo todo. Este mismo problema lo tenían los caballeros medievales, aunque parezca mentira, con sus escudos de armas.

El escudo de armas de un caballero, en la Edad Media, servía para identificarle en la batalla y además transmitía información sobre su linaje y sobre su posición dentro de la sociedad. Por lo tanto, debía ser algo único y exclusivo, pero en algunas ocasiones se presentó el mismo problema de repetición del que hablábamos hace un momento. Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo la información viajaba mucho más despacio y si bien había expertos y notas sobre cuál era el diseño heráldico de cada caballero, no era extraño que incluso dos hombres con el mismo diseño no se encontraran nunca, a pesar de que no eran tantos los caballeros con heráldica en Francia, España o Inglaterra.

En el año 1300, Brian FitzAlan y Hugh Poinz comprobaron que llevaban el mismo diseño heráldico cuando se encontraron. Esto mismo ocurrió en la batalla de Poitiers, en 1356, cuando John Chandos y el mariscal francés Jean de Clermont llevaban el mismo diseño. Además, uno podría comprender la coincidencia si el diseño fuera sencillo, pero en el caso de Poitiers, la coincidencia era una doncella vestida de azul con un rayo de sol en la mano. Chandos era inglés y Clermont francés, por lo que eran enemigos y todo se hacía más complicado. Con suerte, se podrían enfrentar entre ellos en la batalla y así resolver el problema por la vía rápida: el que quede vivo se queda con el diseño heráldico. En algunas ocasiones, se hubo de recurrir a un juicio ya que a primera vista ambos hombres tenían el derecho a lucir el diseño en cuestión y era el azar el que había querido que los años y las decisiones crearan la coincidencia.

Fuente: Caballero. Manual del guerrero medieval, de Michael Prestwich

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