Gengis Khan bloqueó Samarcanda y reunió allí sus tropas. Como decía, el engaño era un arma tan buena como cualquier otra. El líder mongol vistió a la manera mongola a miles de prisioneros que había hecho durante la campaña y los envió directo hacia las murallas. Los asediados cayeron en la trampa y atacaron a los prisioneros. Mientras, el auténtico ejército mongol atacó la ciudad desde otro lado y consiguió rendirla. Y digo rendirla y no tomarla porque finalmente se llegó a un acuerdo.
Por cierto, pásense por la curistoria de la toma de Volohai, también por parte de Gengis Kahn.
Fuente: Batallas del mundo (Editorial Susaeta)
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