Las torres de asalto, también conocidas como bastidas, eran enormes construcciones de madera con ruedas para desplazarlas y acercarlas a las murallas de un castillo. Su altura debía ser mayor que la de la muralla a atacar y tenían un puente levadizo que caía uniendo la torre con el lienzo del castillo y facilitando el asalto.
Debido a su tamaño, eran muy complicadas de desplazar, por lo que solían ser construidas una vez establecido el asedio a un castillo. Para ello era vital que hubiera madera en el entorno y debían protegerse durante su construcción. Una vez montadas eran temibles, pero antes no eran más que “unas pocas maderas”, por lo que una antorcha (simplificando mucho) de un traidor o de un enemigo hábil, podía acabar con la bastida.
¿He dicho que eran grandes? Más de 30 metros de altura en algunos casos y en su interior varios pisos se comunicaban con escaleras para permitir a los soldados ascender hasta la parte superior. En un asedio al castillo de Kenilworth, se construyó una bastida tan grande que se alojaron para el ataque 11 catapultas y unos 200 arqueros en su interior. Todo un edificio de ataque móvil.
Por cierto, me van a permitir recordarles que en la web http://www.vivirenlahistoria.com/ tienen ustedes un buen puñado de este tipo de cuestiones, como muestra de los libros «vivir en…» de la Esfera de los Libros. No dejen de visitarla.
En la película El señor de la guerra, con Charlton Heston, hay un asalto a una torre, y se muestran algunos de los trucos para asedios de la época, aunque he de confesar que no sé si con total fidelidad histórica
Ay, quién diera un pisito de esos…
Padawan, no recuerdo haber visto la película, así que tendré que hacerme con ella. Gracias por la recomendación.
Clochard… demasiada gente ¿no? 🙂
siempre tenian que tener ruedas?
En aquellos tiempos cada una era hecha de manera diferente y supongo que algunas no tenían ruedas y se movían con otros sistemas, como rodando sobre troncos. Pero sí parece claro que debían moverlas para acercarlas a las murallas.
Saludos.