Hay un artista interesante, Frederic Remington, estadounidense, que participó en las noticias falsas de Estados Unidos contra España que se lanzaron desde los medios norteamericanos para inclinar a su población a una posición favorable a la guerra a finales del siglo XIX. Más allá de lo que voy a relatarles, eso sí, sus obras sobre el oeste son muy conocidas e inspiradoras. Pero en las manos de la prensa amarilla de Randolph Hearst, fue pieza clave en un hecho clave en la historia de la prensa amarilla. Por cierto, Randolph Hearst fue el tipo que compró la reja de la catedral de Valladolid al peso, y por él acabó en el Metropolitan.
Las noticias falsas de Estados Unidos contra España en 1898 son un hecho paradigmático en la historia de la prensa amarilla
Frederic Remington nació en 1861 y era hijo de un coronel que había participado en la Guerra Civil de su país, y que luego se había dedicado a editar periódicos. Esto parece que influyó al artista, porque la caballería y los temas militares están muy presentes en su obra.
Al comienzo del año 1898, este ilustrador fue enviado a Cuba por William Randolph Hearst, director del New York Journal, para cubrir los hechos que allí se produjeran. Había tensión, pero todavía no había empezado la guerra entre España y Estados Unidos, que llegaría en abril. La tensión iba en aumento y, como sabemos, acabó mal. Hablamos, por supuesto, antes del hundimiento del Maine, que fue en febrero. Se cuenta que Remington escribió a su jefe el siguiente telegrama desde Cuba:
Todo está tranquilo, no hay problemas. No habrá guerra. Quiero volver.
El magnate de los medios de comunicación le respondió:
Manténgase allí. Usted proporcione imágenes y yo proporcionaré una guerra.
Esto es lo que dice la leyenda, pero parece que no se ha podido comprobar definitivamente que ese mensaje del director del periódico fue enviado. Pero lo cierto es que así fueron las cosas, uno ilustró y al final hubo guerra, con muchas noticas falsas por el camino.
Una ilustración de unos españoles registrando a una mujer desnuda azuzó las iras contra los españoles en el país americano
Remington ilustraba las atrocidades españolas para sus jefes, entre otras cosas. Había dos intereses obvios por parte de esos jefes. El primero, condicionar a la población a favor de la guerra. El segundo, vender periódicos. Ya imaginan que, sin noticias, la gente tiene menos interés en comprar periódicos. En cambio, cuando hay noticias llamativas, las ventas de los periódicos suben.
Un ejemplo recurrente de estas falsedades que fomentaron los medios de Estados Unidos contra España está en una popular ilustración de Remington. En ella se representa a tres hombres españoles registrando a una mujer desnuda. Supuestamente ella es una turista americana que llegaba a Cuba en un barco, y los españoles la han desnudado y la registran en busca de mensajes ocultos para los rebeldes. Pueden ver esa ilustración más arriba en este mismo artículo.
Esta ilustración de 1898 es muy habitual en los libros y tratados sobre la prensa amarilla y las noticias falsas. El mensaje tergiversado sobre cómo los españoles trataban a los estadounidenses, más allá de lo que realmente estaban haciendo en Cuba, impactó a los lectores del New York Journal y por extensión a la opinión pública. La historia se hizo viral y la propia imagen fue comentada repetidamente. No era una foto, era tan sólo una ilustración, que además salía de la imaginación de Remington. Pero todo esto le dio igual a Randolph Hearst y dejó que la bola de nieve creciera. No sólo dejó que creciera, sino que empujó la bola colina abajo.
Este es un ejemplo clásico de lo que hoy llamamos fake news, que viene a ser lo mismo que prensa amarilla o noticas falsas
El mensaje era que los españoles estaban casi violando a las mujeres americanas. Y esa propaganda tuvo efecto. No era del todo falso, ya que aquellos registros a bordo de los barcos estadounidenses por parte de los españoles se hacían. Y se hacían cacheos para controlar la llegada de armas o mensajes a la isla. Pero en el caso de las mujeres, el cacheo lo hacían también mujeres. Al fin y al cabo, esos estadounidenses eran extranjeros que llegaban a un país en una situación complicada. ¿No se hacen aún hoy cosas similares en los aeropuertos? En cualquier caso, la realidad estaba muy lejos de lo que la historia falsa transmitía. Además, como otras muchas veces, lo falso triunfó. Era más llamativo que la verdad.
Dicho todo esto, amigos, dejo dos reflexiones. La primera es que esta historia no debe llevarnos a pensar que unos eran totalmente buenos y los otros demonios malvados. Como siempre, seguro que algo de verdad y mentira hubo en ambos lados. Tanto España como Estados Unidos hicieron sus trampas y actuaron según sus intereses. No obstante, es obvio que algunos medios estadounidenses mintieron por su propio interés.
La segunda reflexión es sobre el contraste del problema de estar bien informado con el paso del tiempo. Hace más de un siglo el problema era la falta de fuentes, de fotos y de información. Un corresponsal y un periódico podían inclinar la balanza, porque no había mucho más de lo que tirar. Había que fiarse de una voz. De un testigo. En la actualidad el problema es el contrario, tenemos tanta información y visiones que es complicado encontrar qué es verdad y acertado entre tanto impacto.
Yo agrego que no debemos banalizar ese episodio, ni muchos posteriores, como simples manejos de alguna prensa. Ni entonces, ni menos ahora, los medios de comunicación actúan «por la libre», sino en concordancia y bajo anuencia de los gobiernos. Ejemplos claros hoy son las grandes empresas de las mal llamadas «redes sociales», el GAFAT, empresas creadas, protegidas y controladas en su orientación por los órganos de inteligencia de los EUA. Igual fue antes: si el gobierno de los EUA no hubiera buscado desencadenar la guerra, habría detenido las «noticias» de Hearst.
La anécdota del intercambio de mensajes entre el magnate y el corresponsal es obviamente falsa, y busca reforzar la tesis de que Hearst «provocó» la guerra; es decir, que él «obligó» al Gobierno; algo imposible para cualquiera.