Segunda Guerra Mundial

Cambiar el embalaje de los proyectiles salvó miles de vidas en la Segunda Guerra Mundial

Cuenta el atractivo libro Los perfeccionistas, de Simon Winchester, la historia de Frank Povey, un hombre que sirvió en el ejército británico en la Segunda Guerra Mundial. Un curioso y atractivo caso que me trae a la cabeza la entrada que escribí sobre dónde mejorar el blindaje según Abraham Wald. Esta es la historia sobre cómo cambiar el embalaje de los proyectiles salvó miles de vidas en la Segunda Guerra Mundial y el interesante proceso que llevó a ello.

Povey sirvió en el Royal Army Ordnance Corps (RAOC), cuya labor está en el ámbito logístico. Esta era suministrar armas, vehículos blindados y todo tipo de equipamiento a las unidades. En 1940 Povey fue destinado a la embajada británica en Washington para cuidar y desarrollar la relación con los fabricantes de munición estadounidenses.

Algunos proyectiles antitanque se encasquillaban y se encargó a Frank Povey encontrar el problema buscando desde la propia fábrica

Cuando estaba en ese puesto le llegó el encargo de investigar por qué algunos proyectiles antitanque fabricados al otro lado del Atlántico se encasquillaban al disparar. Los británicos sufrían este problema en Europa y en África, y Povey era el responsable de descubrir el motivo desde el origen allá en América. Povey se personó en Detroit, donde se fabricaban los proyectiles, y comenzó a medir exhaustivamente muestras de los proyectiles en la propia fábrica. Todo era perfecto. En todas las muestras. Ojo, hablamos de miles de proyectiles analizados. No por decir muestras significa que fueran un puñado.

No se conformaron Povey ni sus superiores con esa información y decidieron que su hombre en Estados Unidos acompañara a un lote de munición desde Detroit hasta el otro lado del océano. Comenzó con un viaje en tren por Estados Unidos hasta el puerto de embarque. Antes de embarcar, Povey volvió a comprobar el estado de la munición y sus medidas. Todo perfecto.

El viaje, en el que también iba Povey, por supuesto, no fue sencillo. El barco se averió, se descolgó del convoy con el que viajaba y quedó a merced de los submarinos alemanes, que afortunadamente no hicieron de él una víctima de la manada de lobos. Durante 3 días los mecánicos trabajaron para solucionar el problema. Además de todo esto, la nave sufrió también alguna tormenta especialmente fuerte, así que podemos decir que Povey se estaba ganando su sueldo.

Cambiar el embalaje de los proyectiles salvó miles de vidas en la Segunda Guerra Mundial y todo gracias a la meticulosidad de Povey

Y se lo ganaba porque seguía haciendo su trabajo. Cada cierto tiempo volvía a coger los proyectiles y a comprobar su estado y sus medidas, al milímetro. Entonces vio el problema. Las medidas de algunos de ellos indicaban que la punta de metal de los proyectiles se había desplazado hacia atrás mínimamente en el casquillo de latón. Muy poco, pero lo suficiente para generar problemas en el arma.

En la meticulosidad máxima del trabajo del británico, no se podía escapar en qué posición de cada caja iban los proyectiles dañados. Todos estaban en los extremos de su caja, por lo que Povey sólo tuvo que usar el sentido común, llegados a ese punto. A este punto donde había ya muchas horas de trabajo sistemático y dedicado. El británico concluyó que los golpes de los proyectiles contra las paredes de las cajas en las que se transportaban provocados por los vaivenes del barco, generaban el problema. Golpecito a golpecito, la punta de las balas mermaba un poco en su longitud y eso era suficiente para encasquillar el arma.

La solución por lo tanto era sencilla, mejorar el embalaje de las armas para evitar ese daño en el transporte. Así se hizo y quién sabe cuántas vidas se salvaron con el trabajo de Povey. Miles, seguramente. A menudo estas cosas de la guerra, estos trabajos lejos del campo de batalla, como la logística o la inteligencia, son las que deciden las batallas. Y siempre me resultan más atractivas estas historias que las del puro combate.

Ver comentarios

  • Qué irónico. Se salvaron miles de vidas logrando que más municiones estallaran. Creo que debería ser al revés. Pero como siempre, todo depende de que lado del arma te encuentres.

    • Efectivamente, Hacho, tienes razón. Salvaron vidas o no, según del lado que se mire, pero para los que tenían el problema y lo solucionaron, salvaron vidas.
      Gracias por comentar.

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