El honor y la palabra dada se suele asociar con las virtudes básicas del caballero medieval, y así era el ideal, aunque la realidad era a menudo otra. La guerra, la crueldad y la ley del más fuerte eran cuestiones que estaban por encima de los ideales virtuosos en muchos casos. Pero a veces esa creencia en el honor y en la palabra dada resplandecía, aunque el precio a pagar a cambio fuera enorme. Este fue el caso cuando Juan II de Francia viajó a Londres por honor para que lo hicieran preso.
Esta curistoria, por cierto, me la ha recordado un libro recién publicado y que estoy disfrutando mucho: Francia; una historia de la Galia a De Gaulle, escrito por John Julius Norwich. Ya les hablaré de él con más calma en otra entrada, que lo merece.
Juan II de Francia viajó a Londres por honor para que lo hicieran preso, porque un hijo suyo había huido de manos inglesas
En 1356, el Príncipe Negro, hijo del rey de Inglaterra, llevaba un tiempo hostigando a los franceses desde territorios bajo dominio de su padre en el continente, en la Francia actual. Harto de la situación, el rey de Francia decidió darle un escarmiento y preparó un ejército poderoso. Poderoso por el número de integrantes y poderoso por la importancia de estos. Baste decir que los 4 hijos del rey de Francia formaban parte de él, aunque eran muy jóvenes, así como el condestable de Francia, mariscales, duques, condes…
El 19 de septiembre de ese 1356 tuvo lugar en Poitiers la batalla entre los ingleses y los franceses, sumando un mítico episodio más a la guerra de los Cien Años. Ya saben que ni fue una guerra ni duró 100 años, sino que bajo este nombre se engloban varios conflictos que tuvieron lugar en Europa desde 1337 a 1453. Por lo tanto, son varias guerras y su duración fueron 116 años.
Volviendo a la batalla de Poitiers, la derrota francesa fue catastrófica y, además de muchos muertos, resultó que hubo muchos prisioneros entre los franceses. El propio rey de Francia, Juan II, apodado El Bueno, fue uno de ellos, junto con algunos de sus hijos, como el menor de ellos, el príncipe Felipe.
El rey francés fue tratado con honores y cuidado al máximo por los ingleses. Pero no dejaba de ser un prisionero y fue llevado a Londres siete meses después de la batalla. El rey Eduardo de Inglaterra vio una oportunidad enorme en la captura de su oponente. Había ganado en el campo de batalla y si hacía a Francia pagar un precio suficiente por su rey, habría ganado mucho más.
La victoria económica derivada de la batalla de Poitiers es tan valiosa como la victoria en el campo de batalla
En 1360 se firmaba el tratado de Brétigny, por el que Francia se comprometía a pagar 3 millones de coronas de oro como rescate por su rey, además de entregar algunos territorios. La cantidad era tan enorme, que se acordó también un plan de pagos. La primera cuota sería de un quinto de los 3 millones de coronas de oro, y tras ese primer pago Juan II, el rey de Francia, quedaría libre. Era necesaria esa libertad para poder juntar el resto del dinero, seguramente.
El resto del pago se haría en seis cuotas anuales. Como garantía y aval del acuerdo se quedarían en Inglaterra un buen número de nobles franceses de alta cuna franceses. Uno de esos prisioneros que servía de garantía era el duque de Anjou, Luis, que era hijo del rey Juan II de Francia. Los prisioneros nobles seguían recibiendo un trato muy favorable y aunque cautivos, no vivía mal.
En 1363, el duque de Anjou consiguió escapar de manos inglesas. Cuando se enteró el rey francés se horrorizó por la acción de su hijo, ya que suponía faltar a la palabra dada y al compromiso adquirido. Aunque todo esto fuera consecuencia de una batalla y ante un enemigo, era una falta al honor. El rey decidió entregarse él mismo a cambio de su hijo. Su intención era viajar a Londres y convertirse en prisionero hasta que se satisficieran los pagos. Trataron de quitarle la idea de la cabeza, pero Juan II El Bueno afirmó:
Si la palabra dada y el honor ya no valen para el resto del mundo, al menos debe encontrarse en los corazones y las palabras de los príncipes.
Juan II de Francia murió en Inglaterra, preso
Después de Navidad y a pesar del invierno, el rey francés cruzó el Canal de la Mancha y se entregó en Londres. Era enero de 1364 y fue recibido en Inglaterra con muestras de respeto y casi de admiración.
Unos meses más tarde, en abril, aún prisionero de su enemigo inglés, el rey Juan II de Francia moría de una enfermedad desconocida. Se hicieron en Inglaterra misas por su alma como señal de respeto, antes de que el cuerpo fuera devuelto a Francia.
Una muestra de honor e ideales, esta de Juan II El Bueno, que no era tan común en la desalmada vida y guerra medieval. A pesar de que los cantares de gesta y los trovadores hablaran de caballeros plenos de virtudes. Podríamos decir que si bien Juan II El Bueno, Jean Le Bon en su idioma, era de la casa de Valois, podría ser un Lannister de Juego de Tronos por ese empeño en pagar sus deudas. Es curioso, pero ya hace un tiempo les hablé de otro rey francés y de esta serie, aunque aquel era más bien un personaje histórico similar a Varys, la Araña de Juego de Tronos.
Todo por el honor..aunque en esa época prevalecia sobre el derecho a la vida de los demás