Imperio Español

Miguel de la Paz, el heredero del Imperio Español y el Portugués

Hace unos días les hablaba de la endogamia en los matrimonios reales, y como ejemplo paradigmático exponía el caso de Manuel I de Portugal. Entre sus esposas e hijos, había uno que estuvo a punto de cambiar la historia de España y Portugal. Miguel de la Paz, el heredero del Imperio Español y el Portugués, pudo haber dominado casi el imperio más extenso de la historia. No es una hipótesis, ya que de hecho fue declarado heredero por sus antecesores, pero murió muy pronto.

Miguel de la Paz de Avis y Trastámara, nació en Zaragoza en agosto de 1498 y murió en Granada en julio de 1500, de unas fiebres. Es decir, no llegó a cumplir los dos años por un mes. Era hijo de Manuel I de Portugal y de Isabel de Aragón, que murió en el parto. Sin madre, quedó al cuidado de sus abuelos maternos, que no eran otros que los Reyes Católicos. Estos lo declararon heredero de Castilla, de León y de Aragón. Por supuesto, y de todo lo demás que iba asociado con esos títulos. Poco después, en marzo de 1499, a esas herencias le añadió el rey de Portugal su trono y sus dominios.

Miguel de la Paz, el heredero del Imperio Español y el Portugués, habría formado uno de los imperios más extensos de la historia

Por lo tanto, ese niño de menos de un año de edad, tenía por delante ser el rey de toda la península Ibérica, además de las posesiones europeas de la corona de Aragón y de todas las tierras de ultramar de unos y de otros. Como decía, un imperio como pocos se han visto. De hecho, su imperio habría superado los 30 millones de kilómetros cuadrados, llegando así al nivel del Imperio Británico o del Imperio Mongol.

Cuando nació el hijo de Manuel e Isabel, se había firmado, en 1494, el Tratado de Tordesillas por el que los Reyes Católicos y Juan II de Portugal, predecesor de Manuel I, se habían repartido el Nuevo Mundo. Si Miguel de la Paz hubiera vivido lo suficiente, ese Tratado dejaría de tener sentido porque España y Portugal estarían bajo una misma corona.

Es cierto que más tarde, en 1580, los dos reinos ibéricos se unieron bajo un solo rey, aunque la forma en la que se llegó a ello dista mucho de ser la de una herencia de sangre, como habría sido el caso de Miguel de la Paz.

Este jovencito habría tenido en su mano las coronas de Castilla, León, Aragón, Sicilia, Granada, Toledo, Valencia, Mallorca, Sevilla, Cerdeña, Córdoba, Córcega, Murcia, Jaén, los Algarbes, Algeciras, Gibraltar y Canarias. Sería, además, conde de Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, duque de Atenas y de Neopatria, también en Grecia. Y, por supuesto, rey de todas las Indias y dominios al otro lado del mar. No es poco.

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