Las reliquias son una cosa a menudo entre sorprendente y tétrica. Es habitual que en catedrales e iglesias uno se encuentre con el dedo de un santo o con un mechón de pelo de una beata. Esto se debe, en parte, a que una buena reliquia era una llamada para los fieles, por lo que cada templo quería la suya. Y como cualquier otra mitomanía coleccionista, esta versión católica extiende el concepto de reliquia hasta donde puede.
No sólo huesos y restos de santos y santas son reliquias (como el caso de la Santa Teresa y Franco), también lo es cualquier objeto o resto de los primeros días de la Iglesia. Así, las sorprendentes reliquias que uno podía encontrar en Roma, en la Edad Media, no son algo raro.
La más de las reliquias conocida quizás sea la Santa Cruz, de la que alguna vez se ha dicho que hay tantos restos repartidos por el mundo que darían para varias cruces. En el interesante monasterio de la Santa Espina, en la provincia de Valladolid, por ejemplo, hay una espina de la corona de espinas de Cristo. Esta sería otra gran reliquia. Y así hay muchas, pero también se han tomado en la historia como reliquias cosas de lo más peregrinas, nunca mejor dicho. En muchos casos, sin demasiada certeza sobre su autenticidad.
Una buena muestra de esto lo tenemos en la guía de Roma titulada Mirabilia urbis Roma, es decir, Maravillas de la ciudad de Roma. Este texto medieval, que durante décadas era la fuente para todos aquellos que iba a conocer Roma, data del siglo XII, y durante el siglo XVI seguía siendo la referencia, aunque el texto había evolucionado. Escrito en latín, en él se recogía un interesante listado de reliquias que la Ciudad Eterna tenía repartidas por iglesias y conventos.
Entre otras cosas, uno podía encontrarse en Roma con:
La lista es espectacular, pero más espectacular debía ser pasar el día por Roma, de iglesia en iglesia, viendo estas maravillas. Fueran auténticas o no. Por ejemplo, me cuesta pensar que cuando se ahorcó Judas alguien pensara en recoger aquella soga, guardarla y no usarla para otras cosa, no confundirla con otra… Por no hablar de la leche de María.
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Había, y hay, un tipo de reliquias denominadas"Brandea", En principio esta palabra designaba un velo con que se cubría el cuerpo de algunos santos. Con el tiempo, pasó a designar una reliquia consistente en un trocito de tela que hubiera estado en contacto con el cuerpo de un santo. Pequeños fragmentos de hábitos, sudarios, mortajas, etc.... Las posibilidades son numerosas