No pasó nada el día que comenzó la Revolución Francesa

No pasó nada el día que comenzó la Revolución Francesa

Se acaba de publicar en España el libro 14 de julio, escrito por Éric Vuillard, que tiene buena pinta, aunque aún no he tenido oportunidad de leerlo. En él se cuenta la historia alrededor de la toma de la Bastilla, la fortaleza medieval que servía como prisión y cuyo asalto siempre se establece como punto de partida de la Revolución Francesa. En realidad, según parece, no había más que siete prisioneros aquel día en el lugar, pero el hecho fue significativo. Por cierto, que algo también tuvo que ver el café en aquel arranque de la revolución.

La toma de la Bastilla fue el 14 de julio de 1789, y de ahí el título del libro de Vuillard. En cualquier caso, no es esto lo que quiero contar, sino cómo vio aquel día el hombre que entonces ocupa el trono francés, que no era otro que Luis XVI. Su cabeza acabaría separada del resto de su cuerpo unos años más tarde por culpa de la guillotina. La reacción del rey francés me recuerda a cuando el zar Nicolas II apuntó en su diario que había ido a misa y desayunado, tomado el té y jugado al dominó. Aquello era lo más destacable en su vida el 26 de febrero de 1917. Cuatro días después se veía obligado a dejar el poder por otra revolución, la rusa. El mundo cambiaba pero para el zar no estaba pasando nada.

Los diarios son una mirilla grandiosa a la vida y los pensamientos de los personajes. Kafka, por ejemplo, apuntó en su diario que Alemania había declarado la guerra a Rusia y que él había ido a nadar. Era el 2 de agosto de 1914 y la Primera Guerra Mundial vivía sus primeras horas. Él, se fue a nadar, pero, ¿qué podía hacer si no?

Con estos antecedentes seguro que ya barruntarán que el rey francés, Luis XVI, no se preocupó mucho cuando comenzaron las revueltas y la prisión de la Bastilla fue asaltada. En su diario personal anotó para el martes 14 de julio de 1789:

Nada.

En realidad Luis XVI, a la sazón rey de Francia y también de Navarra, hacía referencia en la nota a su día de caza, que era la ocupación a la que había dedicado las horas de aquel 14 de julio que pasaría a la historia. La caza era su pasión, y tan alejado estaban sus pensamientos del conflicto que ya borboteaba en sus dominios que sólo la caza le preocupaba. Que casi es esto peor, lo de que esa nota se refiriera a la caza. Si al menos hubiera estado en otros asuntos de Estado, aunque no le hubiera dado importancia a lo que pasaba en su pueblo, tendría un pase. Pero no sólo estaba de caza, sino que encima no cazó nada y nada más le importaba. Aquel día, podríamos decir, sí que comenzó su propia cacería.

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