Marie Curie y los rayos X durante la Primera Guerra Mundial

Marie Curie y los rayos X durante la Primera Guerra Mundial

Marie Curie fue una mujer admirable desde muchos puntos de vista: su pasión y entrega por la ciencia, su fuerza para continuar a pesar de todas las trabas, su humanidad y, por supuesto, su conocimiento e inteligencia. Fue la primera mujer en ser profesora en la Universidad de París, fue la primera persona en ganar dos premios Nobel y fue la primera mujer en ser enterrada en el Panteón de París, reservado a los personajes más ilustres. Por cierto, aunque Curie tiene dos Nobel, uno de ellos fue compartido con su marido y con Henri Becquerel. El único que ha conseguido dos premios Nobel de manera individual es Linus Pauling.

Entre todas las cosas que vivió Marie Curie en su años de vida, está la dura experiencia que significó para gran parte de Europa la Primera Guerra Mundial. Ella, polaca convertida en francesa, lo vivió directamente. Y, como era de esperar, no se quedó impasible. Guardó sus preciados objetos y sustancias en un lugar seguro y puso su determinación en colaborar con Francia dentro del marco de la guerra. Por supuesto, no se iba a poner a disparar, pero podía ayudar de otro modo. Supongo que entre las cosas puestas a salvo estaban los cuadernos de notas que han llegado a nuestros días y que aún son radiactivos.

Ya se conocían entonces los rayos X y su función médica, pero el problema estaba en trasladar al frente aquel servicio, que requería máquinas que no eran sencillas de transportar ni de instalar. Los hospitales de campaña, cercanos al frente y por lo tanto donde más eficaces eran los servicios de estas máquinas, no disponían de ellas. Este problema ya había sido resuelto por Mónico Sánchez, un español, unos años antes.

Curie se gastó su propio dinero en hacer realidad aquel anhelo de llevar los rayos X a primera línea de batalla. Hay que recordar que las trampas y sorpresas que eran habituales en el conflicto y el uso indiscriminado y brutalmente masivo de la artillería provocó, además de ingentes cantidades de muertos, heridos con todo tipo de traumas y fracturas. En estos casos los rayos X podían salvar centenares de miles de miembros, al evitar la amputación, y una legión de muertes por todo tipo de complicaciones.

Marie Curie se puso al volante de una ambulancia que era totalmente autónoma para ofrecer este servicio. Además del equipo de rayos X, tenía una sala para revelar las pruebas y el motor era capaz de suministrar energía para que todo funcionara. No sólo su aplicación de la creación de Mónico Sánchez era un gran avance, sino que pidió ayuda y la consiguió, haciendo que su solución se multiplicara. Así, unas 150 de esas ambulancias fueron puestas en marcha a lo largo de la guerra.

Fue nombrada directora del Servicio de Radiología de la Cruz Roja francesa y ella y su hija Irène viajaban de un lugar a otro ayudando en la instalación y uso de esas máquinas de rayos X portátiles. A medida que se fueron creando más vehículos, su función como formadora fue clave. Conocía de primera mano cómo usarlas, ya que se había preocupado de obtener el carnet de conducir para ir de un sitio a otro prestando los servicios directamente, es decir, conduciendo y haciendo pruebas de rayos X. Y recuerden que en ese tiempo saber conducir conllevaba también saber reparar las averías más comunes en los vehículos. Por cierto, Curie había nacido en 1867, por lo que rondaba el medio siglo de vida cuando puso su empeño en esta aventura.

Se estima que más de un millón de hombres fueron sometidos a pruebas de rayos X por las ambulancias que había ideado Curie, mejorando así los diagnósticos y los tratamientos médicos. El número de vidas salvadas, por tanto, fue enorme.

Es cierto que las guerras sacan lo mejor y lo peor de la especie humana, y que por lo tanto en un acontecimiento tan brutal como la Primera Guerra Mundial hubo muchos ejemplos de hombres y mujeres que actuaron como héroes, y no sólo en el campo de batalla. Marie Curie fue una de esas personas que fue mucho más allá de lo esperado. Hubiera sido bonito que, además de los Nobel de Física y Química, hubiera ganado el Nobel de la Paz. Pero no se entregó tal premio entre 1914 y 1916, en 1917 se le otorgó al Comité Internacional de la Cruz Roja y en 1918 volvió a dejarse el premio sin entregar.

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