Un año en la antigua Roma, de Néstor F. Marqués

Un año en la antigua roma, de Nestor F Marqués
(Un año en la antigua roma, de Nestor F Marqués)

Ya les hablé hace unos días de este magnífico libro, Un año en la antigua Roma, que resume la vida cotidiana y las costumbres en la Roma clásica, siguiendo como vector el calendario romano. La primera parte del libro, las primeras 100 de sus 365 páginas, sí, 365; explican cómo se fue construyendo la forma de medir el tiempo que tenían los romanos y cuáles eran sus herramientas. Se explica con claridad desde las horas del día, hasta los diferentes cambios en el calendario anual que acabaron generando el que hoy conocemos y utilizamos, casi sin modificaciones.

En la segunda parte del libro tenemos día a día un año completo, enumerando las celebraciones, los dioses que se celebraban, las costumbres, los hechos históricos que dieron lugar a fiestas o a supersticiones… En resumen, una original y estupenda manera de acercarnos al mundo clásico, un mundo que, cayendo en el tópico, he de decir que está mucho más cerca de nosotros de lo que podríamos imaginar.

El autor, Néstor F. Marqués, es un arqueólogo especializado en la Roma clásica y que a través de su proyecto Antigua Roma al día, seguro que les es familiar a muchos de ustedes. El libro es todo un despliegue de conocimiento, de sabiduría, de fuentes y de buena divulgación.

Para acabar de convencerles de lo recomendable que es esta lectura, les dejo una entrevista que he hecho al autor, donde podrán ver su profundo conocimiento del tema y además aprender algunas cosas.

Que Roma está presente en nuestro día a día, es algo obvio. ¿Por qué cree que ha persistido de tal manera hasta nuestros días?

Roma está en lo más profundo de nuestra sociedad, de nuestras costumbres, de nuestras ciudades e incluso de nosotros mismos. La propia lengua que empleamos no es más que la hija del latín. Una gran parte de nuestra herencia cultural proviene del mundo clásico, por lo que parece lógico pensar que despierte nuestro interés. Ya desde el Renacimiento encontramos los primeros intentos por comprender y sobre todo imitar a Roma. Sus espacios, decoraciones y todo aquello que comenzaba a desenterrarse era motivo de asombro, tal vez debido a que, tras la “decadencia” cultural de la Edad Media, Roma fue tomada como un mundo ideal al que parecerse.

Néstor F. MarquésEn mi opinión, el enfoque del libro es todo un acierto, colocando el calendario como camino a seguir. ¿Hasta qué punto determinaba realmente el calendario la vida de los ciudadanos romanos? ¿Era una obligación o tan sólo una guía?

El calendario, ya sea el romano o el nuestro que no es más que una pequeña actualización de aquel, define y estructura la forma en la que una sociedad concibe el paso del tiempo. Ya sea de una forma intencional o, en muchos casos, totalmente inconsciente, el calendario marcaba los ritmos de todo lo que hacían los romanos. Sus fiestas, sus ritos religiosos, su ritmo diario e incluso sus emociones. Por poner un ejemplo que cualquier romano desearía, el poeta Catulo recordaba que la fiesta de las saturnalia (17 de diciembre) era “optimo dierum”, el mejor de entre todos los días.

El calendario nos sirve de guía para mirar, no solo a una Roma, sino a muchas, puesto que a lo largo de los más de 1200 años de historia romana, la Urbe y sus habitantes cambiaron muchas veces su forma de vida. El propio calendario evolucionó en consonancia, cambiando sus tiempos y su misma definición en varias ocasiones. Todo ello lo podemos comprobar en la primera parte del libro en la que daremos un paseo por el calendario y las formas que los romanos emplearon de contar el paso del tiempo a lo largo de su historia.

Analizando las fiestas consignadas en el calendario, parece que Roma giraba en torno a la guerra y al trabajo en el campo. Las divinidades a las que se rinde culto ejercen de pantalla para ocultar estos dos elementos esenciales. ¿Esto es así, Roma era guerra y tierra?

Siendo el dios Marte, padre de los gemelos Rómulo y Remo y con ellos de toda la estirpe romana, un dios a la vez belicoso y protector de los campos, queda claro que tanto la agricultura como la guerra eran dos factores vitales en la antigua Roma. Esto debió ser especialmente importante en sus modestos inicios cuando un error en uno de los dos elementos podría haber supuesto su desaparición como pueblo. A Marte se le dedicaba en el primitivo calendario del rey Rómulo el primer mes del año (marzo) pues en él comenzaban las campañas militares y se producía el renacimiento de la naturaleza y los cultivos con la llegada del buen tiempo.

En sus comienzos, los campos que rodeaban la ciudad y la guerra contra los enemigos cercanos eran suficientes para mantener a una Roma que no había hecho más que empezar a encaminar su futuro. Con el paso del tiempo los enemigos se fueron haciendo cada vez más lejanos y poderosos y los campos necesarios para alimentar el Imperio llegaron a ser tan grandes como todo el Imperio. No en vano, tras la conquista de Egipto en el año 30 a. C., la nueva provincia tomó el sobrenombre de “granero de Roma”.

Los hombres y mujeres que dedicaban en su vida a los cultos religiosos, que no sé si podríamos llamar sacerdotes usando un término genérico para que todos nos entendamos, están muy presentes en todas las fiestas del calendario. ¿Eran realmente influyentes dentro de la sociedad romana? ¿Y para el poder, eran influyentes o un instrumento a su servicio?

Dentro del sacerdocio romano había muchos niveles de poder y prestigio atendiendo principalmente a la importancia de las divinidades o acontecimientos que dichos sacerdotes debían atender. Por un lado, en los colegios sacerdotales era el conjunto de sus miembros lo que les confería su importancia. Por el otro, los grandes cargos unipersonales estaban personificados en la figura de los flamines. Cada flamen se encargaba de dirigir el culto a una divinidad. Los más poderosos eran los flamines Dialis, Martialis y Quirinalis, que intercedían por los hombres ante Júpiter, Marte y Quirino -el nombre que recibió Rómulo tras su muerte- respectivamente.

Todos ellos eran personajes respetadísimos de la sociedad romana, solo por debajo del Pontifex Maximus, el sacerdote supremo. Su influencia política también es destacable a lo largo de la historia de Roma aunque, con la llegada del Principado, encontramos un caso en el que sus cargos fueron utilizados por el poder dominante. Tras el asesinato de Julio César en las idus de marzo del año 44 a. C. y su posterior divinización en el 42 a. C. por parte de su heredero -Octaviano- se creó de forma interesada un nuevo cargo religioso de alto nivel: el flamen iuliaris, el sacerdote principal del culto a Divus Iulius, como se conocería a César una vez divinizado. Este movimiento no fue más que una pequeña parte dentro de la compleja estrategia de propaganda política de aquel que se convertiría más tarde en Augusto. Al fin y al cabo, si César era un dios, él mismo sería considerado el hijo de un dios -Caesar Divi Filius- lo que suponía un importante empujón en su escalada al poder.

Las supersticiones y las leyendas, que no dejan de ser formas de rellenar aquellos huecos donde la ignorancia habita, formaban parte clave de las costumbres y la cultura romana. Los sacrificios, la búsqueda de augurios, los dioses… estaban por todos lados. ¿Era la Roma antigua en este sentido más atrasada o era más ignorante, desde un punto de vista científico, que otras civilizaciones de su época o de épocas anteriores?

El ser humano por naturaleza siempre ha buscado respuestas en explicaciones mitológicas cuando no existían otros caminos para encontrarlas. La sociedad romana no era una excepción. Sus cultos, ritos y supersticiones son el reflejo de lo que fue el pensamiento de Roma en su conjunto. La relación de los romanos con sus dioses, dentro de la religión oficial del Estado, fue siempre interesada. Se trataba de una religión que se vivía en esta vida y en la que cada persona ofrecía algo a una divinidad esperando que se le devolviera algo a cambio. No fue hasta el auge de las religiones de salvación, aupadas al primer plano de la escena principalmente por la crisis política y militar del siglo III, cuando se produjo el cambio hacia los cultos en los que el fiel no pedía dones en esta vida sino su salvación en la siguiente.

Por otra parte, todos estos elementos constituyen la norma en la antigua Roma pero no pensemos que no existían aquellos que dudaban y pensaban que todo aquello no eran más que invenciones para el pueblo. Las mentes más importantes que conservamos plasmadas en la literatura romana nos dejaron explicaciones racionales para los fenómenos de la naturaleza, sucesos y supersticiones. Incluso se daban cuenta de que “los hombres temen a los dioses que ellos mismos han inventado” (cita atribuida al poeta Lucano).

Una de las cosas que más me llamaba la atención del texto es la profundidad de la documentación y lo exhaustivo del mismo. Enhorabuena por ello. ¿Cómo se afronta una investigación de este tipo cuando ciertas fuentes se han perdido o son parciales? ¿Cómo saber si estamos ante la anécdota o la norma al encontrar una referencia?

Cualquier investigación histórica debe tener en cuenta todas las fuentes de información disponibles. Los escritos que conservamos son fundamentales para escribir historia pero siempre deben ser leídos con cautela y pensamiento crítico para no caer en las trampas que los propios autores, muchas veces de forma intencionada, dejaron para la posteridad. Los textos clásicos siempre contienen una ideología y una opinión interesada por lo que si creemos sin pensarlo dos veces que Livia era una envenenadora sádica leyendo a Tácito o que Domiciano fue el mayor tirano de la historia leyendo a Suetonio, le estaremos haciendo un flaco favor a la historia.

Por otro lado, lo que las fuentes callan, ya sea porque los propios romanos daban por hecho una gran cantidad de cosas en sus propios escritos, debemos buscarlo en la iconografía de pinturas, mosaicos, monedas, relieves y tantos otros elementos que la arqueología nos brinda. Es significativo el famoso caso de los gestos en el anfiteatro, para los que las fuentes escritas son de muy poca ayuda. En este complejo ejemplo, la iconografía de algunas representaciones de combates de gladiadores parece ayudar, aunque solo en parte, en muestro empeño. Y es que hay cosas que solo con el paso del tiempo y el avance de la investigación llegaremos a saber y muchas otras que desgraciadamente nunca llegaremos a conocer sobre los romanos.

Como experto en el mundo romano, ¿cuál es su periodo o hecho favorito de sus varios siglos de historia?

Es difícil escoger; la historia de Roma tiene muchos puntos clave que definieron de forma crucial el mundo que conocemos hoy en día. Sin embargo, si tuviera que elegir un solo momento de entre todos ellos, sería el corto periodo de tiempo que transcurrió entre el asesinato de Julio César y la consecución total del poder unipersonal por parte de Augusto. La combinación de los movimientos de propaganda religiosa como política con los elementos de estrategia militar tejidos por Octaviano y sus seguidores más cercanos nos muestran uno de los cambios paradigmáticos del mundo romano: el paso de la República al Imperio. Octaviano, quien finalmente consiguió ser nombrado Augusto, hijo del divino César, llegó hasta donde su padre adoptivo no pudo. Un solo hombre fue capaz de transformar Roma de arriba a abajo sin oposición por parte del pueblo y, lo que es aún más importante, del Senado. Por estos y muchos otros motivos que darían para otra entrevista pienso que este es el periodo más fascinante de la historia de Roma.

Quería darle también la enhorabuena por antiguaroma.com y por todos los proyectos alrededor de esa web, que recomiendo a todo mundo. ¿Cree que los medios digitales permiten que la historia llegue a determinadas personas que de otra forma no se detendrían en ella?

Por supuesto. La divulgación, uno de los puntos más importantes de la investigación histórica, debe adaptarse a los nuevos medios para llegar a la sociedad. Unos contenidos de alta calidad científica son fundamentales pero la forma en la que se entregan dichos contenidos es crucial si queremos que la historia, la cultura y las humanidades en general recuperen el lugar que les corresponde. Estos son los fundamentos del proyecto Antigua Roma al Día. Gracias a la tecnología aplicada al patrimonio podemos generar nuevas formas de compartir la historia. Desde los hilos en twitter (como el que hemos creado para las #IdusDeMarzo) hasta los videos en directo o los modelos virtualizados en 3D (que pueden verse en el Museo 3D del mundo romano) hacen que la gente pueda sentir Roma mucho más cerca de sí mismos.

Las siguientes preguntas son comunes a todas las entrevistas de Curistoria.
Tres libros que recomendaría.

En primer lugar, un clásico para adentrarse en la antigua Roma: la “Historia de Roma” de Indro Montanelli, un repaso ameno y muy completo para abrir boca. En segundo: “Augusto y el poder de las imágenes” de Paul Zanker, un potente ensayo sobre la figura del emperador Augusto y su propaganda política. Y finalmente SPQR de Mary Beard, una obra de actualidad de una gran divulgadora de nuestro tiempo.

Tres películas que no debe uno perderse.

A pesar de que en este punto se me hace difícil recomendar películas históricas por sus numerosos errores, tengo que recomendar Gladiator (pronúnciese como se lee en latín y no “gladieitor” en inglés) porque a pesar de que la película es una fantasía prácticamente de principio a fin, la trama y los personajes son trepidantes. Por otro lado y con las mismas connotaciones, llevadas a un nivel más alto si cabe, recomendaría un clásico como Ben Hur más por conseguir que mucha gente se enganchara a la historia romana en su momento que por su precisión histórica. Finalmente, como me resulta imposible recomendar otras películas “de romanos” como pueda ser “Pompeya”, una horrible película sobre la erupción del Vesubio del año 79 que se estrenó hace algunos años -la cual comentamos completa en nuestra web antiguaroma.com-, recomendaré una serie que es ROMA de HBO. Tiene más aciertos que errores y es la representación más fiel que jamás se haya creado sobre Roma dentro del campo del entretenimiento audiovisual.

Cuál es su rutina, manías o vicios a la hora de trabajar o preparar una obra.

Antes de empezar a escribir necesito ponerme en la piel de alguien que no conozca el mundo romano para pensar qué detalles son más interesantes y qué cosas no debo dar por sentadas. También y ya que los romanos eran tan supersticiosos, siempre es buen augurio empezar a escribir una obra en un día impar.

Cuál es su siguiente proyecto, si se puede saber.

Antigua Roma al Día nunca para. Acabamos de terminar un año más la narración de las idus de marzo en directo desde Roma y ya estamos preparando el siguiente acontecimiento. Hay algunas novedades que todavía no se pueden desvelar pero que llegarán más pronto que tarde y, en definitiva, el proyecto principal siempre ha sido y será hacer llegar la cultura romana a la gente para que entre todos aprendamos a valorar la historia como se merece.

Recomiende una época, hecho, personaje… de la historia que le atraiga especialmente.

Sin duda, el comienzo del Principado de Augusto o la narración de la erupción del Vesubio en el año 79 de Plinio el joven.

Y estando en Curistoria… ¿alguna anécdota con alguna de sus obras o lectores?

Un año en la antigua Roma está lleno de pequeños detalles y anécdotas curiosas. Algunas incluso estás escondidas a propósito como guiños para que el lector más avezado los descubra. Desvelaré solo un pequeño detalle que quise incorporar y es que este libro que tiene el calendario romano como guía, como no podía ser de otra manera, tiene ni más ni menos que 365 páginas, como días tiene el año.

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