El Tratado de Versalles tan sólo fue un armisticio para 20 años

Ferdinand Foch
(Ferdinand Foch)

Este mes de noviembre, concretamente el día 11, se cumplieron 99 años del final de la Primera Guerra Mundial, lo que nos sitúa, por otra parte, al borde del centenario, que se celebrará el año próximo. Supongo que unos cuantos libros que se publicarán en los próximos meses nos lo recordarán a su debido tiempo, como ha ocurrido en este 2017 con la Revolución Rusa.

Se cumplirá entonces un siglo del armisticio, del final de los combates. El 8 de noviembre de 1917 la delegación alemana había llegado por tren a Rethondes, en el norte de Francia. El día 10 aquella delegación transmitía las condiciones y su país, aunque fueran duras, las aceptó. El día 11, a las 02:05, se reunieron de nuevo los negociadores y tras algunas concesiones menores a los teutones, se cerró por fin todo el desastre y acabó la guerra europea. El momento llegaría oficialmente ese mismo día, 11 del 11, a las 11:00 horas.

Las condiciones significaban la derrota total para las tropas del Káiser. En el Tratado de Versalles, firmado en 1919, los alemanes reconocían explícitamente que no tenían capacidad para defender su honor y que firmaban en esa situación las condiciones de paz impuestas por los Aliados y los gobiernos asociados.

Hubo un hombre, Ferdinand Foch, el mariscal francés que había comandado el ejercito de su país y que participó directamente en la rendición alemana, que dejó una reflexión premonitoria. Foch afirmó en 1919:

Esto no es un tratado de paz, sino un armisticio para 20 años.

Se equivocó Foch por 64 días. 20 años y 64 días después del 11 de noviembre de 1918, Alemania lanzaba de nuevo a Europa a una guerra que acabaría convirtiendo a la Gran Guerra de 1914 en la Primera Guerra Mundial. Sería el 1 de septiembre de 1939, fecha de comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Foch no llegó a ver lo acertado de su sentencia, ya que murió en 1929. Unos años después vendría la idea de la paz de nuestro tiempo, de Charmberlain, que se mostró equivocada. Y para cerrar el círculo entre ambas guerras mundiales, ahí está la historia del vagón de Compiègne, uno de esos hechos históricos sorprendentes que tanto nos gustan.

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