De cuando William S. Burroughs emuló a Guillermo Tell

William S. Burroughs
(William S. Burroughs)

Hay juegos que son peligrosos, y por eso sólo se ven en el circo, y hay pasajes de las grandes obras de literatura que hay que leer pero nunca llevar a la realidad. Estas lecciones las aprendió William S. Burroughs, y especialmente su esposa, de la manera más dura posible en 1951.

En ese año estaba el afamado y polémico escritor estadounidense en su casa de México, dando una fiesta, cuando vaya usted a saber por qué el diablo le iluminó las ideas y le llevo a ofrecer a sus invitados un espectáculo que no olvidarían: emular a Guillermo Tell. Cambió la famosa manzana de Tell por un vaso de whisky y el hijo sobre el que el mítico personaje había colocado la manzana, lo sustituyó Burroughs por su propia mujer, Joan Vollmer Adams Burroughs, con la que, por cierto, tenía un hijo. Y no fueron estos dos los únicos cambios con respecto a la leyenda de Guillermo Tell, sino que también cambió la ballesta por un revólver del calibre 38. Ya suponen el resto, la dama se colocó el vaso de whisky en la cabeza y se quedó muy quieta mientras su marido, a unos metros, apuntaba con el revólver para volarle el vaso de la cabeza.

Decía antes que su mujer aprendió la lección de la manera más dura, y me equivocaba. La mujer del escritor no aprendió nada, no le dio tiempo. El disparo de Burroughs fue tan poco acertado que en lugar de volar el vaso de la cabeza, voló directamente la cabeza de Joan, que por otra parte no debía tener mucha cabeza para prestarse a estos juegos. Ni que decir tiene que en aquel mismo momento se acabó la fiesta.

Después de esto vino un proceso judicial, del que el escritor salió airoso no sin algún soborno y alguna actuación extraña. El autor atribuyó más tarde a aquel hecho una evolución en su obra, quizás por sacarle algo bueno al asunto.

Fuente: Vidas secretas de grandes escritores, de Robert Schnakenberg

10 comentarios en “De cuando William S. Burroughs emuló a Guillermo Tell”

  1. Vaya un chalado. Es fácil arriesgar cuando no es tu vida la que está en juego. Una fiesta que marcaría que seguramente marcaría a muchos invitados de por vida.

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