De cuando se pagaba por tener barba, y pagaban felices

Enrique VIII
(Enrique VIII)

A menudo la historia nos presenta ejemplos claros de que el hombre y especialmente sus defectos no han variado tanto con el paso del tiempo. Más bien al contrario parece que el hombre es como un tiovivo, que se mueve y se mueve sin parar pero en realidad no va a ningún sitio ni varía lo más mínimo su situación. Si no me creen, lean lo siguiente.

En el año 1535, Enrique VIII estableció un nuevo impuesto en su reino. Todo el que quisiera llevar barba debía pagar una tasa por ello. Ahí tienen una de las constantes de la historia, mucho más antigua que el propio Enrique VIII, los impuestos. Y durante siglos se han inventado más y más razones, cada vez más absurdas, para cobrar impuestos. Uno bien podría pensar que una tasa por llevar barba tiene un método rápido y efectivo para desgravar, como se diría ahora: el afeitado. Pues bien, siendo eso cierto, apareció otro de los males del ser humano, tan presente hace siglos como en nuestros días.

¿Quiénes eran tan tontos como para pagar por no afeitarse? ¿Quizás los más vagos? ¿Quizás los hipsters de aquel entonces, que venderían su alma al diablo por mantener su barba? Ni lo uno ni lo otro, más sencillo que todo eso. Sólo los que tenían mucho dinero estaban dispuestos a pagar por lucir la barba, y la pagaban precisamente para que todos supieran, con sólo mirarles a la cara, que tenían suficiente dinero como para no preocuparse por pagar esa tasa, por tonta que fuera. Una muestra clara de la estupidez humana, de esa afición tan presente en el hombre de demostrar a los demás cuánto dinero tiene uno. Pensaban entonces que llevar barba era un signo de distinción, como lo son en nuestros días otras muchas cosas que a menudo son tan absurdas como el hecho de llevar barba sólo para demostrar que se pagan impuestos. ¡Cómo si hubiera alguna virtud en pagar impuestos! Si son impuestos, como su propio nombre indica, no hay virtud en el pago, pues no hay opción de no hacerlo.

Y aprovechando la estupidez humana se iban llenando las arcas del rey, feliz con sus súbditos más acaudalados. La tasa se eliminó, pero viendo su rentabilidad, la sucesora de Enrique VIII la estableció de nuevo, y años más tarde, en el siglo XVII, Pedro El Grande impuso el mismo impuesto en Rusia, valga la redundancia. Es decir, el vicio de lucir cuánto dinero tiene uno no entiende de épocas ni de lugares. Una última duda que surge y que confirmaría que pocas cambian con el tiempo: Enrique VIII, al menos en el retrato que pueden ver arriba, llevaba barba, pero… ¿pagaría el impuesto? Seguro que se malician cuál sería mi respuesta.

6 comentarios en “De cuando se pagaba por tener barba, y pagaban felices”

  1. El impuesto de Pedro el Grande no tenía un afán recaudatorio, fue una de sus muchas disposiciones para intentar modernizar su país puesto que la barba le parecía anticuada y poco europea.

    En esa misma línea también prohibió el caftán, además de repartir manuales en los cuales enseñaba modales tales como no rascarse los dientes con los cuchillos o recomendaba no meterse los dedos en la nariz.

  2. Gracias Luis por el apunte, efectivamente esa fue la excusa. Pero no pagaron al que se quitara la barba o buscaron un aliciente para ello. No, pusieron un impuesto. Como decía, me reitero, nada cambia.

    Gracias por comentar, Luis.

  3. Afortunadamente los impuestos ahora sirven para pagar hospitales, colegios, juzgados, policía y otras muchas cosas. En aquellos tiempos servían para pagar guerras absurdas e instituciones ineficientes.

  4. Por eso que dices, Manel, merece la pena pagar impuestos y por eso los pagamos. Pero no sólo entonces había guerras absurdas e instituciones ineficientes. De este último, especialmente, creo que tenemos ahora incluso más.

    Gracias por comentar 🙂

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