La identidad ficticia, no digital, del barón de Arizona

James Addison Reavis
(James Addison Reavis)

Son muchos los hombres en la historia que se han inventado un pasado falso y con ello han conseguido cosas. Algunos casos son trágicos, como aquel hombre que simuló haber sufrido el holocausto, otros casi cómicos, y en otros casos han pasado a ser personajes que han conseguido virar el transcurso de la historia.

En el pasado crear vidas ficticias era posible y de hecho la historia está llena de ejemplos, aunque requería su trabajo. Sin embargo, en la actualidad se ha multiplicado la capacidad de generar relatos y vidas ficticias, también para pretender cambiar el rumbo de las cosas, y todo ello gracias a las posibilidades que el mundo web nos brinda, y a la creatividad que cada uno tenga de comprometerse y meterse en un rol.

Un buen ejemplo de estas vidas de ficción antes de la época de Internet fue la de James Addison Reavis, estadounidense nacido en 1843. Tras la guerra de México, que enfrentó a este país con Estados Unidos entre 1846 y 1848, muchos territorios pasaron a Estados Unidos, que además compró otros más tarde. El nuevo propietario prometió mantener cualquier concesión de tierras hecha por España cuando aún México era colonia. Años más tarde, en 1884, entró en escena el barón de Peralta de Arizona y Caballero de los Colorados, título que ostentaba don Jaime, que en realidad no era otro que nuestro Reavis, con una identidad inventada y documentos falsos.

Siendo revisor del tranvía de San Luis su vida no tenía demasiado interés y decidió autoproclamarse Barón de Arizona. En virtud de ese título reclamó una enorme cantidad de terreno en el centro de Arizona y en el oeste de Nuevo México. Consiguió hacerse popular y conseguir apoyos. En la actualidad utilizaría las plataformas online para buscarlos y darse a conocer, pero todo lo que pudo hacer Reavis fue poner carteles en lo que consideraba sus propiedades. Sus pretendidos dominios, 50.000 kilómetros cuadrados, incluían la ciudad de Fénix, el derecho de paso de la línea ferroviaria Southern Pacific y minas que supondrían millones de dólares aún por explotar.

Un tramposo llega en ocasiones lejos con una mentira, pero casi nunca se llega a la meta. Reavis se hizo rico y famoso, pero finalmente fue descubierto y condenado a seis años de cárcel. Al final pareció creerse más su identidad ficticia que la suya propia, ya que al parecer en sus últimos tiempos pasaba el día en la biblioteca leyendo lo que los periódicos contaron sobre él cuando era conocido, quizás viviendo aún en su mentira.

En la actualidad, con las nuevas herramientas que Internet nos brinda, podemos crear nuestra propia identidad y un mundo más allá de nuestra historia vital real, por diversión, por timidez, para ocultar nuestro nombre real… Sin embargo, conseguir separar esa vida real de la que uno se inventa no es del todo sencillo, como el caso de Reavis demuestra.

Fuente: Fraudes, estafas y falsificaciones, de Brian Innes

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