El quinto del rey y la plata de México

Fray Sebastián de Aparicio, por Enrique López-Tamayo Biosca
(Fray Sebastián de Aparicio, por Enrique López-Tamayo Biosca)

Decía Benjamin Franklin que en este mundo sólo hay dos cosas seguras, la muerte y los impuestos. La primera es connatural al hombre, y la historia de los impuestos es también larga, ciertamente. En cualquier caso, viendo lo que suponen en muchos casos los impuestos en la actualidad, el diezmo o el quinto del rey, de hace siglos, parecen casi buenas opciones. Como supondrán, el diezmo era una décima parte (10%) sobre el importe que se estaba fiscalizando y el quinto del rey el doble de ese porcentaje (20%). Otra opción es ver todo esto como un préstamo que hacemos y que se nos devuelve en forma de servicios.

Cuando se descubría un tesoro o se conseguía una importante cantidad, un quinto de lo obtenido era para el rey, por mucho que el riesgo y el trabajo nada tuviera que ver con él. El origen de la idea se remonta siglos y siglos en la historia, lo que da la razón a Franklin, pero la expresión nació en el año 1504, cuando la Corona de Castilla estableció ese impuesto especialmente para el oro y la plata de América. Obtener préstamos, algunos de ellos de manera casi express y continua, también era costumbre, pero aún así, junto con los préstamos había también este tipo de obligaciones

En México existía un camino, conocido como la Ruta de la Plata, que iba desde la Real de Minas de Nuestra Señora de los Zacatecos hasta la ciudad de México. Por él viajaba la plata del quinto real a lomos de mulas, acompañadas por soldados para proteger el cargamento. Es decir, el rey podía perder sus impuestos no sólo en el Atlántico, sino desde la puerta misma de la mina.

La ruta fue trazada en 1542 por Fray Sebastián de Aparicio, un gallego que emigró a México, se fijó en el negocio de transporte desde las minas y pensó que había una gran oportunidad, a pesar de tener que pagar su parte al Imperio. No nos engañemos, supongamos una empresa dedicada a prestar dinero a la corona, empresas como esa también tienen que contribuir vía impuestos. Es más, empresas que ayudan a emprendedores en México en este momento, también los pagan, incluso cuando ayudan a crear nuevos contribuyentes.Y es que se puede decir que nuestro hombre era un emprendedor gallego que ya en su madurez se haría monje franciscano. Este hombre llegó a acuerdos con los indígenas, en una ayuda mutua, para conseguir el éxito de su negocio, que no era otro que el transporte desde las minas hasta ciudad de México.

Las riquezas de América eran un puntal en Europa y todos conocemos las historias y aventuras derivadas del transporte de un lado al otro del Atlántico de esos metales preciosos, que llegan hasta nuestros días con las últimas peripecias en torno al navío Nuestra Señora de las Mercedes. Pero el viaje de la plata desde la mina hasta las arcas del rey en España comenzaba mucho antes y estaba cuajado de peligros.

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