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Cómo prevenir el sarampión, según métodos antiguos

Mary Wortley Montagu, por Charles Jervas
(Mary Wortley Montagu, por Charles Jervas)

Vivimos en un mundo lleno de avances y cuando miramos al pasado nos parece que sus métodos, formas y capacidades eran algo, en muchas ocasiones, ridículo. Si bien es cierto que esos avances se han acelerado exponencialmente en las últimas décadas, no debemos olvidar que dentro de un siglo mirarán nuestro tiempo los hombres de entonces pensando que nuestros métodos, formas y capacidades son, en muchas ocasiones, ridículas. Por esto siempre es recomendable contemplar las cosas en sus contexto, si bien es imposible conseguir abstraerse absolutamente a lo que conocemos a la hora de acercarnos a otros momentos y hechos de la historia. Hoy, el método del que vamos a hablar para controlar el sarampión nos parece abracadabrante, pero ahí está y ahí estuvo.

El método en cuestión que usaban los turcos lo describió la mujer del embajador inglés ante el Imperio Otomano, una señora llamada Mary Wortley Montagu:

Cada otoño, en el mes de septiembre [sic], cuando el gran calor remite, la gente se envían mensajes unos a otros para saber si alguien de su familia está dispuesto a tener el sarampión. Con este fin organizan reuniones, y cuando se encuentran (por lo general 15 o 16), viene la anciana con un cáscara de nuez llena de material de la mejor clase de sarampión y te pregunta qué venas quieres que te abra. Inmediatamente rasga y abre la que le ofreces con una aguja grande (que no te produce más daño que un rasguño común) y pone en la vena tanto veneno como cabe en la cabeza de la aguja, y después venda la pequeña herida con un pedazo vacío de concha, y de esta manera abre cuatro o cinco venas.

Esto ocurría en torno a 1717 y la dama inglesa quedó tan asombrada por el método que quiso implantarlo en su país, Inglaterra. En 1721 le pidió a un prestigioso médico, Charles Maitland, que hiciera algo parecido con su hija. La voz se corrió y llegó hasta la Casa Real, que también quiso prevenirse contra el sarampión, no sin antes probar con media docena de condenados a muerte para ver si había algún problema. Los seis prisioneros se salvaron de la horca, se inmunizaron contra el sarampión y, tras este éxito, también la princesa Carolina, hija de Jorge II, se sometió al ritual.

Esta forma primitiva de vacuna funcionaba, aunque no sin riesgos ya que uno de cada cincuenta infectados fallecía al desarrollar la enfermedad de manera severa. Como decía, hoy nos puede parecer primitivo el método, pero en aquel tiempo era un avance. ¡Qué verán los siglos, amigos! Que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, como dice la zarzuela.

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