Las últimas voluntades de Alfonso X

Alfonso X de Castilla
(Alfonso X de Castilla)

La curistoria de hoy gira en torno a los últimos deseos de Alfonso X y sorprendentemente son similares a las de Eduardo I de Inglaterra, y también acabaron como las de este rey inglés. El rey castellano, conocido son el sobrenombre de El Sabio nació en Toledo en 1221 y falleció en Sevilla en 1284, cuando llevaba treinta dos años siendo rey de Castilla.

Poco antes de aquel último momento de su vida modificó su testamento, en enero de 1284. Pedía el rey que sus restos fueran enterrados en la iglesia de Santa María la Real de Murcia. Todo su cuerpo salvo su corazón, que debía ser enviado al monte Calvario de Jerusalén para ser sepultado allí. Además, sus objetos personales más preciados y sus libros debían ser enterrados con su cuerpo, en Murcia. Entre estos estaban las Tablas Alfonsíes, las Cantigas y el Setenario, obras clave en la historia cultural castellana. Nada de esto se cumplió.

Y eso que el rey Alfonso, no sé si poniéndose en lo peor, ya encargó a un hombre concreto el cumplimiento de estos deseos. El elegido fue el maestre del Temple Juan Fernández, que además recibió el caballo, las armas del rey y mil marcos de plata, que debía invertir en misas por el alma del rey.

El cuerpo del rey acabó en Sevilla, el corazón en Murcia y sus obras no fueron sepultadas con el cuerpo, afortunadamente. Como decía, poco caso se le hicieron a las últimas voluntades del rey Alfonso X.

Fuente: La leyenda negra en los personajes de la historia de España, de Javier Leralta

4 comentarios en “Las últimas voluntades de Alfonso X”

  1. Esto me recuerda un poco al hecho de cuando enterraban a los faraones con todo su magnifico tesoro, y al poco de sellar la tumba, ya estaban los ladrones desvalijándola.
    Tanto poder y riquezas para que tus subditos, allegados o incluso 'amigos' pasen de ti como del aire.

  2. Un saludo.
    Alfonso X quiso ser enterrado en Cádiz, ciudad que conquistó a los musulmanes en 1262, en la iglesia de Santa Cruz, que había mandado construir sobre una mezquita. Pero su deseo no fue recogido en su testamento y su fue enterrado su cuerpo en Sevilla y su corazón en Murcia.
    A continuación, le adjunto una poesía de Pilar Paz Pasamar, poeta jerezana, sobre este hecho:

    "Yo, Alfonso,
    Rey castellano,
    hijo de Fernando,
    nieto de Berenguela,
    Señor de Andalucía,
    quiero ser enterrado junto al mar.

    Ser enterrado en Cádiz,
    la ciudad más antigua
    a la que he repoblado
    de cántabros y astures,
    la que me ha conquistado
    con el olor de su sabiduría.

    En Cádiz junto al mar,
    bajo los azulejos de la cúpula,
    en la orilla que llaman
    mar de los vendavales,
    para que allí la mano que sacude
    el hisopo infinito
    aspergue diariamente
    mi ceniza y reciba
    la bendición salina
    en cada atardecer.
    Allí purgue mis culpas
    pues fui rey ignorante
    en estrategia y mando.

    Aspiré sin sentido
    a aquel reino europeo,
    perseguí a los judíos,
    juzgué a los musulmanes,
    aunque bebí en sus fuentes,
    me enfrenté con mi casta,
    aborrecí la prole,
    repudié a mi consorte
    y llamé santo al padre
    que me hizo, buscando
    su reconciliación.

    Mas la gloria que hube por encima
    de todas, fue ese lado
    de naranjos y olivos,
    de caza y pesquería:
    Rayhana, Alcanatif,
    Xerez amurallado
    −tierra de pan y vino
    y de fruta sabrosa−
    y Cádiz junto al mar.

    Vivo en cristiano pero asumo el mundo
    que conquisté arrasando y excluyendo.
    Lo mío eran asuntos que aprendiera
    de labios de mi abuela y de los sabios…
    ¿Por qué luché si el alma se me iba
    tras los astros, las piedras, las alquimias,
    los juegos, los secretos paladeos?

    Enderecé el lenguaje castellano
    con más tino que a todos los ejércitos
    levantara mi espada o estandarte,
    mi arenga predilecta
    fue enumerar estrellas, lapidarios.
    Más que aceros, los códices miniados,
    el verso, por la brida,
    la cántiga el final de la victoria.

    Mi patria era el regazo de la alquimia,
    el lenguaje y el cántico,
    mi tálamo, la ciencia.
    Mi amor, el astrolabio,
    mi amada inaprehensible, la atroz sabiduría
    de las leyes y el pueblo,
    el canto de juglares,
    el milagro del ritmo y la palabra.

    A Cádiz dono la custodia
    y desato de nudos eclesiales
    con Sevilla, mi corte.

    En Cádiz quiero que me entierren
    junto al mar, por los siglos de los siglos."

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