Alfred Carlton Gilbert fue un estadounidense nacido en 1884 y que en los Juegos Olímpicos de Londres de 1908 ganó la medalla de oro en salto con pértiga. También se licenció en medicina por la Universidad de Yale y para poder pagarse estos estudios trabajó como mago. Además de actuar como mago, creó una compañía que se dedicaba a realizar y vender kits de magia para otros magos. Un tipo polifacético, como vemos, pero no acaba ahí la cosa.
En 1911, mientras viajaba hacia Nueva York en tren, quedó fascinado por las vigas y torres de hierro que sostenían toda las líneas de electricidad gracias a las que funcionaba aquella línea ferroviaria, que había sido convertida a esa forma de energía poco antes. Pensó que sería divertido tener en casa pequeñas vigas y torres simulares para jugar y hacer tus propias construcciones.
Aquella misma noche cogió un cartón y comenzó a recortar piezas con las formas que tenía en la cabeza, basadas en las líneas de electricidad del tren. Y con unas cuantas diseñadas encargó unas copias en metal de las mismas. Siguió diseñando y creando piezas y con al poco tiempo ya disponía hasta de un motor que dotaba de movimiento a las construcciones y que por lo tanto abría un mundo casi infinito de posibilidades.
En 1913 salió a la luz por fin el juguete de Gilbert, al que él llamó: Erector, el mejor juego de construcción para chicos del mundo. Conviene aclarar que Meccano, la conocida marca de este tipo de juegos, ya existía en 1901 y es británica, por lo que es posible que Gilbert se inspirara en él para su idea.
En 1918, durante la Primera Guerra Mundial, se propuso evitar la fabricación del juguete Erector para que todo el material fuera utilizado por la industria bélica. Gilbert encabezó una delegación de fabricantes de juguetes que lucharon para evitar la paralización, que finalmente se evitó. Gracias a aquel hecho nuestro protagonista fue conocido como El hombre que salvó la Navidad.
Como vemos, de un hombre polifacético nació un juguete inspirado en una importante construcción de infraestructura ferroviaria. Del mundo industrial al juguete. Pero el camino también fue de vuelta, ya que en 1949 un estudiante de Yale llamado William Sewell creó uno de los primeros corazones artificiales usando en gran medida piezas del Erector, entre ellas, el pequeño motor. Probó en inventó con un perro y sirvió como corazón del animal durante casi una hora. Todo un éxito, ya que el perro sobrevivió a la prueba.
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Como han cambiado las cosas. Hoy en día nadie compraría a su hijo un "Erector"…
Bueno, ese es el nombre en Estados Unidos, no sé allí, pero aquí efectivamente no es el mejor nombre para un juguete :)