Quién inventó la lata de conservas y el abrelatas

Diseño de la patente de Ezra Warner
(Diseño de la patente de Ezra Warner)

Que las latas de conserva se inventaran unos cincuenta años que el abrelatas, parece una cosa un poco extraña. No por el orden, ya que lógicamente sin latas de conserva nadie iba a idear un dispositivo para abrirlas, pero tener que esperar medio siglo para disponer de un sistema más o menos sencillo de apertura me parece algo excesivo.

A comienzos del siglo XIX Francia se hallaba envuelta en luchas por lugares muy dispares y distanciados de Europa, y el gobierno tuvo la ocurrencia de ofrecer un premio para aquel inventor que creara un método de conservación de la comida que permitiera proveer de ella a las tropas de manera más sencilla. El resultado de aquel ofrecimiento tardó en llegar, pero por fin dio sus frutos.

Botella de conserva de Appert
(Botella de conserva de Appert)

Nicolás Appert, un cocinero francés nacido en 1749, se llevó en el año 1809 los veinte mil francos del premio por su invento. Según su idea, la comida era introducida en botellas de cristal, de champán según parece, que posteriormente eran selladas. Supongo que usar una botella de champán limitaba el tipo de comida que se podía meter en ellas, pero en cualquier caso, funcionaba. Cuando se iba a consumir, bastaba con meter la botella en agua caliente para preparar la comida.

Un inglés llamado Peter Durand tomó como base la idea del francés y creó un método similar de conserva, cambiando las botellas por latas metálicas, que también eran selladas para conservar los alimentos. Aquel diseño fue patentado y poco después aparecieron en el mercado las primeras latas de conserva de comida.

No fue hasta 1858 cuando se inventó el abrelatas y por fin se dio el salto definitivo. Se abandonaron los cuchillos, martillos, mazas… y demás ideas de fuerza bruta para abrir las latas y se dejó paso al ingenio. Este lo puso un tipo llamado Ezra Warner, un norteamericano, que patentó su diseño y triunfó con él.

Fuente: The greatest science stories never told, de Rick Beyer

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