La Vaquilla, intercambiando papel y tabaco

Comenzaré diciendo que «La Vaquilla», la película del gran Berlanga, tiene algunas cuestiones que no por parecernos absurdas e hilarantes están lejos de la realidad. En concreto, hay un momento, al comienzo de la película, en el que se juntan soldados nacionales y republicanos para intercambiar papel de liar y tabaco, ya que unos tienen tabaco y les falta el papel, y en el bando enemigo las existencias son justo las contrarias. Así, fumaban todos.

Pues cuenta un señor llamado Aquilino Núñez, combatiente nacional en el frente de Somosierra, lo siguiente: “En una ocasión teníamos que bajar a por leña a una zona de olivos que estaba entre las dos líneas y allí nos juntamos con los republicanos que habían ido a por lo mismo, y nos juntamos los de los bandos y conversábamos. Ellos nos daban papel de fumar y nosotros les dábamos tabaco. Llegaba un momento en que cortábamos el olivo, cada uno cogía lo suyo y cada uno para su lado”.

Ejemplos como este hay varios, pero que no sirva esto para restar seriedad al asunto, ya que también rebosó sangre, crueldad y muerte por los cuatro costados aquella guerra. Y acabemos con la vaquilla, esa vaquilla que es España, tal y como finaliza la película. Inviertan un ratito en la película, pasaran un buen rato, se lo aseguro.

Fuente: Historias orales de la Guerra Civil, de Alfonso Bullón de Mendoza y Álvaro de Diego

8 comentarios en “La Vaquilla, intercambiando papel y tabaco”

  1. Pues si, la vaquilla es muy buena, y lo del tabaco y el papel es cierto, casi todo el mundo comenta cosas parecidas, hasta de republicanos que tiraban por la tapia de las casas los santos que les mandaban quemar en las hogueras, y les tenían un cierto respeto, o les gustaba el arte, vete tu a saber.

  2. Ya lo decían los romanos, Vitike, "Nulla res peior bello civili est", no hay nada peor que la guerra civil, porque en ella el enemigo es el propio hermano; aun así, siempre surge la ocasión de confraternizar con el enemigo… y de echar un pitillo.
    Mil saludos.

  3. Si alguien quiere disfrutar de un excelente libro sobre este tipo de asuntos, les recomiendo la novela de Juan Eslava Galán "La Mula". Muy buena, os lo recomiendo. 😉

  4. Memoria, añado a esa fuente la de tu abuelo.

    Jota, supongo que muchos estaban en la zona gris entre un bando y el otro. Y más aún estaban en contra de la barbarie.

    Profe, es cierto lo que dices. En algunos casos fue así exactamente, hermano contra hermano.

    Balbo, gracias por la recomendación. Eslava Galán tiene en tí a su fan número 1 🙂

  5. Tan buena es esa escena como triste en la que le pregunta, al final de la peli por un compañero de faenas.
    Le pregunta ¿ qué fué de fulanito? murió en nosedonde le responde
    ¿un toro? no, el hambre.

    Mi padre vivió la guerra y vió como su hermano era falangista y su prima de la CNT. Cuando llegaron los nacionales al pueblo, el falangista ayudó como pudo a esfumarse a la prima que gracias a eso salvó la vida.

    Pero hambre… pasaron todos

  6. La guerra civil, como todas, es una situación en la que por la ambición de poder de unos pocos, mueren muchos que ni tienen intereses ni saben por qué mueren. En nuestra guerra, como bien escribió el antes citado Eslava Galán, hubo mucha gente que fue obligada a luchar en bandos contrarios a su propia ideología e incluso, los más, sin ideología alguna. en un país analfabeto y atrasado como era el nuestro, fueron multitud los que fueron puestos como carne de cañón sin saber contra quién disparaban. Por eso existen tantas anécdotas de gente que se encontraba con familia y vecinos en la trinchera opuesta y que entre tiros se preguntaban qué fue de fulanito o de la tía Engracia. Los que intercambiaban pitillos e incluso los que cambiaban de bando dependiendo de si estaban cerca o no de su pueblo. Entre los republicanos había gente de derechas y católicos fervientes, y entre los nacionales habían muchos que tenían ideas opuestas entre sí (falangistas republicanos contra tradicionalistas monárquicos). La suerte la decidieron al final, como no podía ser menos, los aliados de cada bando y la capacidad de unificación en cuanto a estrategias por parte del bando ganador. Véase si no, las batallas del Ebro y Brunete. En fin, que como siempre, la guerra al final la hacen los que ni tienen oficio ni beneficio, ni parte en ella.

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