Lecciones de póker desde el viejo oeste

No es la primera vez que tratamos en Curistoria el tema del póker. Ya vimos lo que le pasó a “Wild” Bill Hickok y cómo dio nombre a una mano con su muerte. Hoy volvemos sobre el póker y volvemos también al salvaje y viejo oeste. Nuestro protagonista es otro famoso tipo de aquella mítica época: John Henry “Doc” Holliday. Dentista, gran jugador de póker y mortal pistolero; compañero de Wyatt Earp en el tiroteo de O.K. Corral. Usaremos esta pequeña anécdota para hacer un repaso rápido a algunas sencillas normas que debe conocer y respetar cualquier jugador de póker. Veremos esta moraleja al final de la entrada.

La historia comenzó cuando un matón se cruzó con Holliday y tuvo el poco sentido común y la suficiente temeridad como para sentarse a jugar al póker en la misma mesa que él. Aquel tipo se llamaba Ed Bailey y como muchos otros matones estaba acostumbrado a que su revólver fuera razón suficiente para que siempre llevara la razón y se hicieran realidad sus deseos. No sabemos muy bien si aquel osado conocía la reputación como jugador y como pistolero de Holliday, pero si la conocía la apartó de su cabeza y comenzó a hacer trampas en aquella partida de póker.

Bailey recogía los descartes y les echaba un vistazo, provocando a su compañero de partida. Como ustedes sabrán, o al menos supondrán, esto está totalmente prohibido en el juego de póker, incluso en aquel viejo oeste en el que las reglas en todos los ámbitos estaban por escribirse y si estaban escritas no se respetaban demasiado. Hacer esto, siendo fieles a las normas, suponía perder la mano. Holliday, haciendo gala de una infinita paciencia y sabiéndose superior a Bailey, como jugador y como pistolero, le advirtió dos veces sobre sus malas maneras. De nada sirvieron aquellas advertencias. Seguramente le diría: “juega al póker”; que es como solían decir los grandes jugadores a alguien que se dejara de historias y de hacer cosas raras y jugara, sin más.

La tercera vez que el pájaro provocó a Holliday haciendo la trampa al recoger los descartes, nuestro protagonista decidió hacer caso a las normas del juego. Como ya les he comentado, esta trampa hace que el fullero pierda la mano. Holliday recogió el dinero que había sobre la mesa sin decir una sola palabra, con tranquilidad y sangre fría. Bailey sacó rápidamente su arma de debajo de la mesa y amenazó a Holliday. El público que había en el local comenzó a apartarse y a parapetarse viendo que aquello se ponía feo. Nuestro protagonista seguía con su tranquilidad y su cara de póker. De repente, antes de que comenzara la pelea, acabó. Un cuchillo apareció en un momento en la mano de Holliday y en una cuchillada que fue su suspiro Bailey estaba tirado sobre la mesa con una tremenda herida en su barriga.

Sin duda alguna Bailey era un mal jugador de póker: no supo medir bien a su contrincante, ignoró lo que conocía del mismo, arriesgó demasiado y sobretodo, se marcó un farol cuando no debía. Y todo esto teniendo en cuenta que a priori, la “mano” de Bailey (un revólver) era mejor que la de Doc Holliday (un cuchillo), pero este último supo sacarle más partido a “sus cartas”.

Más información: Doc Holliday de Gary L. Roberts.

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