La mujer de César…

Julio CésarPublio Clodio Pulcro era un general y político de la República de Roma, en el último siglo antes del nacimiento de Cristo. De la familia Claudia, una de las más importantes de Roma, con todo lo que ello significaba, luchó al mando de la flota romana, aunque sin buenos resultados. Sus tareas políticas tampoco fueron llevadas a cabo con demasiada maestría y así, es posible que el hecho más famoso de su vida sea el que relataremos a continuación. Por cierto, y antes de proseguir, decirles que el Clodio del nombre proviene de Claudio, y que él mismo lo cambio. Lo aclaro por si se lo cruzan en alguna lectura, para que reconozcan al romano.

Este tipo, según nos cuenta el historiador Plutarco, se enamoró de Pompeya Sila, mujer de Cayo Julio César. Apuntaba alto el amigo Claudio y ello le ponía en una situación ciertamente complicada porque aún siendo un personaje de cierto nivel en la sociedad romana, no tenía posibilidades de acercarse a la bella Pompeya, al menos con dichas pretensiones. Cayo Julio César también era miembro de las mejores familias romanas y además en aquel momento estaba por encima de todos. Se había casado con Pompeya después de la muerte de Cornelia, su anterior esposa.

El intrépido enamorado no se amilanó frente a las circunstancias y se propuso llegar hasta la mujer del César como fuera y, si era posible, consumar su amor. El plan fue urdido de la siguiente manera. Pompeya era la esposa del Pontifex Maximus y una de las mujeres principales de Roma, por lo que le correspondió organizar el culto y las fiestas que se llevaban a cabo en el mes de diciembre en honor a la diosa Bona Dea. En estas fiestas sólo podían participar mujeres, estando prohibidos hasta los dibujos de hombres y animales, y el acto principal era una celebración nocturna, con vírgenes vestales y flores por doquier. Entre estas flores no podía haber mirto, porque según se cuenta, la diosa Bona Dea se resistió al deseo de su padre, el dios Fauno, de poseerla sexualmente y este la castigó azotándola con ramas de mirto. Después de azotarla, se convirtió en serpiente y la poseyó. Ya saben ustedes como son estas cosas y estas «vidas de dioses», plagadas de amantes, castigos, venganzas y cosas raras. Y tiene su gracia que adorando a seres como estos, con más vicios y traiciones que otra cosa, César tomara la decisión que tomó. Pero volvamos a nuestra historia.

Andaba Pompeya en aquella noche de diciembre celebrando la festividad de la diosa, rodeada únicamente de mujeres. La fiesta se llevaba a cabo en la casa de Julio César, por ser el principal gobernante de Roma en aquel momento y Publio Claudio Pulcro, el enamorado, se disfrazó de mujer y se coló en la fiesta (¿de qué me suena a mi esta frase?) para poder abordar de esta manera a Pompeya, en un momento de descuido y sin hombres y protectores alrededor.

Qué quieren ustedes que le diga; un hombre disfrazado en una fiesta de mujeres, es casi seguro que llama la atención, por muy bueno que sea el disfraz. Así, Claudio fue descubierto y las mujeres avisaron a los guardias que custodiaban el palacio desde fuera del mismo. Claudio pudo escapar de aquel jaleo de mujeres que gritaban y soldados que debían detener a un hombre disfrazado de mujer en un lugar lleno de mujeres y donde se suponía que no podían entrar. Es decir, no sabemos si escapó por habilidad propia o por lo peculiar de la situación, pero escapó. De todas formas, de poco le sirvió porque había sido reconocido.

Puesto todo esto en conocimiento de Julio César, este repudió públicamente a su mujer. Y dirán ustedes, pero si la pobre mujer no hizo nada y todo era culpa del amigo Claudio; al que también perdonaremos porque estaba dominado por el amor. No les falta razón, pero César entendió que había un resquicio de duda en todo aquello y que algún malpensado podría elucubrar que en realidad la mujer del César lo que buscaba era pasar un ratito con su amante, aprovechando que el César no podía estar en aquella fiesta. Y frente a esta posibilidad fue cuando Julio Cayo César pronunció la famosa frase: «La mujer de César no sólo debe ser honrada, además debe parecerlo».

A pesar de esto, César dejó claro que no tenía la menor duda sobre la inocencia de su esposa. Por cierto, dos datos adicionales: Claudio fue perdonado y esto ocurrió en el año 62 a.C.

Más información: wikipedia, laprensa.com

9 comentarios en “La mujer de César…”

  1. Un comentario.

    La primera Guerra Púnica dura entre los años 264 y 241 AC, la segunda entre los años 218 y 201 AC, y la tercera y última, entre los años 149 y 146 AC.

    Parece, pues, raro que si este suceso tuvo lugar en el 62 AC, pueda calificarse a Publio Clodio como General de las Guerras Púnicas…

    Felicidades por el blog

  2. Muy buen artículo, aunque me gustaría corregirte si me lo permites un error muy común:

    El incorrecto "Cayo" debe escribirse como Gayo, igual que "Cneo" como Gneo. Esto es porque el primitivo alfabeto latino no tenía la letra G, por lo que usaban C tanto para el sonido /k/ como para el sonido /g/. Cuando se creó la grafía G, se siguieron empleando en las inscripciones las abreviaturas C. para Gaius y Cn. para Gnaeus, pero no era más que por tradición y por arcaísmo. Las abreviaturas ya desarrolladas eran, como ya he dicho, Gaius y Gnaeus, por lo que en español se debe escribir Gayo y Gneo.

  3. Lo que no quitaba para que Julio César fuera un "pájaro" de mucho cuidado, que se ganó a pulso el apelativo de "marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos".

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.