Sabotajes aliados

Las formas de la resistencia aliada durante la Segunda Guerra Mundial fueron muy variadas y hasta la más mínima piedrecita puesta en la bota del enorme monstruo alemán era un pasito más hacia la victoria. Vivir en territorios ocupados obliga a usar los servicios y comprar a los proveedores locales, lo que pone en bandeja la oportunidad de sabotaje.

Pondremos dos ejemplos de esta situación. Los submarinos alemanes fondeados en Francia debían ser revisados antes de salir al mar porque solían sufrir intentos de sabotaje. La inspección del casco por parte de submarinistas en busca de minas de ventosa era algo común y una forma de ataque previsible. No tan previsible es contaminar los tanques de agua potable del submarino arrojando dentro un perro muerto. Esto le ocurrió al U-516 y obligó a tomar serias medidas para evitar la infección de toda la tripulación.

También al U-516 se la colaron en otra ocasión los franceses. Después de repostar y coger alimentos nuevos en alta mar después de varias semanas de crucero, estos empezaron a oler insoportablemente mal. A los pocos días de haber “rellenado la despensa”, la mitad de las latas estaban estropeadas y debieron ser tiradas al agua. Un duro golpe para la tripulación que se quedó sin una buena cantidad de carne y después de un duro racionamiento, cuando esperaban volver a comer bien por el reabastecimiento, tuvieron que volver a medir las raciones de comida.

Todas las latas de conserva tenían un único rótulo: “Fabriqué en France”. No había empresas, ni ninguna señal que permitiera perseguir a los culpables. Como decía, un acto de sabotaje que sin ser determinante sí fue una piedrita más.

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