El Gran Lafayette, el ilusionista que hizo su último número una vez muerto

El Gran Lafayette y su perra Beauty
(El Gran Lafayette y su perra Beauty)

El Gran Lafayette nació en Alemania, en 1871, con el nombre de Sigmund Neuberger. Su padre era pintor de escenas en la Ópera de Munich y quizás eso le influyó para inclinarse por el mundo del espectáculo. Emigró a América y allí adoptó su nombre artístico, convirtiéndose en uno de los más grandes ilusionistas de su tiempo, y seguramente de toda la historia. Acompañado de varias decenas de personas que preparaban sus espectáculos, su éxito era mundial. Se dice de él que nunca copió o compró una idea o número de ningún otro, así como que nunca vendió las suyas propias.

Houdini, el más famoso en nuestros días de toda aquella tropa de magos e ilusionistas, era amigo de El Gran Lafayatte, y este tenía como uno de sus mejores amigos a una perrita que le había regalado Houdini. En los primeros días de mayo de 1911 el animal, que se llamaba Beauty, falleció. Quiso enterrarla en un cementerio de Edimburgo, pero le dijeron que era tierra consagrada y que no era posible. Compró entonces una tumba en aquel cementerio para ser enterrado él mismo cuando llegara su momento y, con ese compromiso y hasta entonces, le dejaron enterrar allí a Beauty. Tras esto, el espectáculo debía continuar.

El 9 de mayo de 1911, durante una de sus funciones, en el que estaba en escena con un león, se produjo un fuego en las cortinas de la parte trasera del escenario. Aunque el desalojo del local se hizo con cierto orden y calma, Lafayette luchó por poner a salvo algunas de sus cosas, entre ellas, un precioso caballo que usaba en sus números. En su contra estaba que, por contrato y para dar más valor a sus números, no se permitía que nadie estuviera en el escenario junto a él y además se aseguraban de que todas las puertas de acceso al escenario estuvieran cerradas con llave. Aquello fue una condena.

Tras el incendio, Lafayatte no fue encontrado con vida y sí se encontró un cuerpo en el escenario, que fue identificado como el ilusionista. Enviaron el cuerpo a Glasgow para que fuera incinerado, ya que en Edimburgo no había ese servicio, con la idea de retornar sus cenizas y sepultarlas junto a su perra, Beauty.

Mientras esto ocurría y la muerte de El Gran Lafayette recorría como noticia el mundo, los trabajos sobre los restos del teatro, consumido por las llamas, avanzaron. Se encontró entonces un nuevo cuerpo, bajo lo que había sido el escenario. Por las joyas de las manos y algún elemento más, se dieron cuenta de que aquel era realmente El Gran Lafayette, y no el cuerpo que habían enviado a incinerar. Seguramente el primero se trataba de algún doble que usaba en alguno de los números.

Finalmente El Gran Lafayette, el ilusionista que engañó a todos, y sin querer, tras su propia muerte, fue enterrado, sus cenizas, junto a su perra, en Edimburgo.

Fuente: British Music Hall Society, Find a grave, The Edinburgh Reporter

1 comentario en “El Gran Lafayette, el ilusionista que hizo su último número una vez muerto”

  1. Elisa Susana García Salinas

    Sólo una pregunta: ¿son correctas las fechas de fallecimiento de Beauty y de Lafayette? Porque parece ser que murieron con pocos días de diferencia. Saludos y gracias.

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