Las serendipias y los animales, clave en la egiptología

Templo de Hatshetsup en Deir el-Bahari
(Templo de Hatshetsup en Deir el-Bahari)

Una serendipia es un descubrimiento afortunado e inesperado que se produce casi por suerte, y aunque la palabra no está en el diccionario de la RAE, creo que es bastante conocida y usada. Leyendo hace un tiempo el magnífico libro de Jacinto Antón titulado Héroes, aventureros y cobardes, que les recomiendo, me dejó más que sorprendido la cantidad de ocasiones en las que los descubrimientos arqueológicos egipcios han tenido lugar gracias a la fauna local y a la casualidad. Han sido, al fin y al cabo, serendipias.

El primer ejemplo lo tenemos en la inestimable ayuda que una cabra prestó a tres hermanos saqueadores de tumbas, los Adb el Rasul. Al parecer el pobre animal metió la pata en una grieta y provocó el descubrimiento del complejo funerario Deir el-Bahari. Mala suerte para la cabra pero buen negocio para los saqueadores.

Sigue Antón en su libro desgranando los casos de serendipia egipcia para contarnos que unos importantes textos fueron descubiertos por el equipo de Heinrich Brugsch gracias a un zorro. Huía de los hombres, supongo, cuando se introdujo por una cavidad en las ruinas que rodeaban a la pirámide de Pepi I en Saqqara. Uno de los capataces árabes del lugar, que lo había visto huir, fue tras él y así encontraron los valiosos textos, no por buscarlos, sino por buscar un zorro.

Incluso Howard Carter, el famoso egiptólogo inglés, el hombre que descubrió la tumba de Tutankamón, fue ayudado por la casualidad y un animal. No fue en torno a su gran descubrimiento, pero según parece, su caballo, Sultán, cayó y acabó abriendo un agujero que llevó a Carter a descubrir una tumba. No muy relevante, pero un descubrimiento al fin y al cabo. El nombre de la tumba es El Bab el Hosan, lo que viene a ser algo así como La puerta del caballo, que acaba de dejar las cosas claras del todo.

Y no crean que esto son cosas del pasado. En 1995, anteayer como quien dice, la necrópolis de las momias doradas de Bahariya fue hallada gracias a un burro. Acaba ahí, de momento, la sorprendente lista.

Viendo esta curistoria, donde la suerte y los animales se unen para ayudar a los arqueólogos, yo salgo todos los días con ilusión renovada a pasear con mi perra, que el día menos pensado me da una sorpresa y puedo por fin estrenar el disfraz de Indiana Jones.

2 comentarios en “Las serendipias y los animales, clave en la egiptología”

  1. La cueva de Tito Bustillo con sus pinturas rupestres, si no me acuerdo mal, se descubrieron porque unos amigos iban de caminata y uno de ellos se cayó por una sima (el tal Tito bustillo)

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