La justicia en Grecia, cosa de niños

El funcionamiento en el mundo griego es muy interesante desde muchos puntos de vista, y su forma de administrar justicia, como no podía ser de otro modo, se basaba en un sistema complejo y muy desarrollado. Pero entre todas sus instituciones, leyes y normas, me llama especialmente la atención un tribunal religioso que bien podía compararse con esa estupidez que se hace en ocasiones cuando un niño se da un golpe y se le echa la culpa a la mesa, el suelo, o lo que quiera que ha causado el daño al niño, llegando en algunos casos a pegar a la propia mesa o lo que fuera.

Dicho tribunal griego se encargaba de liberar a la ciudad de la impureza provocada por los crímenes en los que no se encontraba culpable o en los que el culpable era un objeto inanimado: una teja que se cae, una casa que se derrumba… Este tribunal acababa culpando a un hombre sin nombre o a una cosa. Como decía, parecido a lo que se hace con los niños.

Es más, en la justicia de Grecia los acusados y los acusadores tomaban la palabra durante el juicio, motivo por el cual proliferaron los logógrafos, que eran abogados que se encargaba de escribir discursos para dichos acusados y acusadores. Y yo me pregunto, ¿escribirían los logógrafos discursos para aquellos elementos inanimados sometidos a juicio?

4 comentarios en “La justicia en Grecia, cosa de niños”

  1. No hay que irse tan lejos. Seguro que quienes han hecho la mili pueden contar genialidades similares (a mi me las conto mi hermano) perpetradas por la inteligencia militar. El caso del que yo tuve noticias (por mi hermano, para el que no haya leido el parrafo anterior, XD) empezaba con una "inocente" novatada en la que se encerraba a un novato (novato, novatada…, lo vais pillando) en una taquilla, continuaba con el lanzamiento de esta, cerrada y bien cerrada, a la piscina (resultado: el menos divertido que se os pueda ocurrir) y terminaba (ejemplar sentencia) con el arresto de la piscina.

    No se cual fue el alegato de la defensa.

  2. Todas las cosas suelen tener su razón de ser. Cuando hice la mili supe que los militares solían arrestar objetos. Dada mi situación forzada en un sitio en el que no quería estar, al igual que el resto de mis compañeros, lo primero que hice fue ridiculizar la que me parecía una absurda costumbre militar.
    Estando yo destinado en la armeria de un cuartel, llego el suboficial que estaba al cargo del destino con dos fusiles y me los dio para que los arrestara. Como no podia ser de otra manera, le pregunté en qué consistía eso de arrestar objetos y el hombre me lo razonó contándome que en el ejército la palabra "arresto" es sinónimo de "fuera de servicio". Aquellos fusiles tenían los cañones tremendamente torcidos, puesto que algunos centinelas, por la noche, los cruzaban en la garita y se sentaban sobre ellos, doblándolos. Estas armas desviaban tanto el tiro que hubieran podido causar un accidente y para evitarlo, como no teníamos cañones de repuesto, los pusimos fuera de servicio, es decir los arrestamos. Todo esto tenía también mucho que ver con el papeleo que requería dar de baja un arma, pues era más sencillo simplemente arrestarla y que siguiera figurando en los estadillos de la armería.
    Ya en la vida civil me he encontrado muchas veces el mismo caso en empresas en las que he trabajado que guardan, por ejemplo, ordenadores obsoletos en un almacén simplemente por no darlos de baja del stock de la empresa.
    Por cierto, la historia del recluta, la taquilla y la piscina arrestada la he escuchado tantas veces, de boca de tantas personas y situada en lugares tan distintos que estoy convencido de que es una leyenda urbana. Aún así tiene su lógica: en las novatadas imperaba la ley del silencio y los perjudicados no solían denunciar. Ante un caso así el mando podía tomar la decisión de arrestar la piscina, es decir ponerla fuera de servicio e inutilizarla, con lo que, evidentemente, no se castigaba a la piscina sino a la tropa, dejándola sin baño, para que otra vez se cuidaran de hacer algo parecido.

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