Escuchando al peregrino, por obligación

En muchas ocasiones me sorprende el conocimiento tan detallado que tenemos de algunos acontecimientos ocurridos hace siglos. También es cierto que no serán pocas las ocasiones en las que lo que ocurrió en realidad y lo que conocemos no se parezcan más que un poco, pero en cualquier caso es sorprendente. Hoy voy a narrarles una curistoria que justifica el porqué de ese conocimiento en un determinado ámbito, el porqué la tradición oral mantuvo durante años los hechos vivos. Hablamos de los peregrinos a Tierra Santa allá por el año mil.

Todos aquellos que viajaban desde occidente hasta Tierra Santa tenían derecho a ser escuchados a su vuelta. O dicho de otro modo, cuando un peregrino comenzaba a contar su historia, los que por allí andaban y pasaban debían pararse y prestar atención. Si el potencial público no se prestaba a escuchar y el peregrino se veía sólo, podía denunciar a los que habían huido de su narración sobre el viaje.

La denuncia se hacía frente al obispo local y a pesar de alegar ciertas obligaciones como justificación para no haberse parado a escuchar, los denunciados acababan siendo multados. ¿Dónde iba el dinero de dichas multas? A solucionar el problema inicial, es decir, a buscar oídos para la historia del peregrino.

El obispo buscaba a personas dispuestas a escuchar a cambio de dinero y a estos les pagaba con lo recaudado mediante las multas. Así, el peregrino tenía público para narrar las aventuras y desventuras de su viaje. Y así, algunas de aquellas historias, con un buen número de detalles, han llegado a nuestros días. Porque los peregrinos las esparcían por todo occidente y siempre había alguien escuchando. Bien por afición o bien por obligación.

Fuente: El viaje prodigioso, de Manuel Leguineche y María A. Velasco

3 comentarios en “Escuchando al peregrino, por obligación”

  1. Y seguro que otros muchos, Vitike, prestaban oído atentos, "sine pecunia", a esas narraciones extraordinarias que hablaban de pueblos lejanos y exóticos, de gentes de extrañas costumbres, de paisajes nunca vistos y de maravillas ni soñadas; entre esos me contaría yo sin dudarlo, porque soy básicamente "curiosa".
    Mil saludos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.