Es la primera vez que muero

Voy a advertirles, como tantas otras veces, que yo mismo que estoy escribiendo esto dudo de la veracidad de la historia, pero en cualquier caso, aquí la dejo para que incluso como leyenda sea leída y recordada.

El 19 de junio de 1867, en el cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro, en México, el emperador Maximiliano I de México, junto con el general Miguel Miramón y el general Tomás Mejía fueron ejecutados. Después de un consejo de guerra que les condenó a la pena capital, allí se vieron los tres hombres frente a la muerte. Hasta aquí, la realidad. De aquí en adelante, lo que ustedes quieran.
Según parece, un miembro del consejo de guerra ofreció a Mejía la posibilidad de escapar, pero este se negó a tal salida de la terrible situación y prefirió seguir al lado del emperador incluso cuando ello suponía la muerte.
Y cuando el toque de corneta anunció el instante postrero, el emperador le preguntó al general Mejía:

―¿Es esta la señal de ejecución?

A lo que respondió el otro:

―No lo sé, majestad. Es la primera vez que me ejecutan.

Y digo yo que dudo de la realidad de esta historia porque si murieron los dos allí mismo, ¿quién ha sido el transmisor de la conversación? ¿Quién oyó la pregunta y la imaginativa respuesta? Lo dicho, aún como leyenda es bonita esta historia.

Fuente: Las anécdotas de la política de Luis Carandell

6 comentarios en “Es la primera vez que muero”

  1. Bueno, testigos los había.

    Por medio de San Google, encontré la traducción de la declaración de un testigo, el Dr. Ede Szeden (http://www.cmmayo.com/maximilian-la-muerte-del-emperador.html) quien a su vez, cita la presencia de otros tres testigos no mexicanos: dos diplomáticos de Prusia, un comerciante, (Carlos Stefan) y él mismo. Aunque no menciona este diálogo en particular.

    Y por el lado mexicano había dos sacerdotes, y los militares, soldados y oficiales, del pelotón de fusilamiento. Y además, a partir del texto, se puede ver que había público, cuando menciona que varias mujeres se pusieron a gritar y a protestar porque los soldados mojaron sus pañuelos con la sangre.

    Así que muy secreto, la cosa no fue. Lo que tampoco es que sirva mucho para saber si la frase se dijo o no de verdad. Así que, como dices, quedémonos con la belleza del episodio… si ocurrió o no son detalles menores.

  2. Que testigos había no lo dudo. Lo que dudo es que alguno estuviera o estuviese lo suficientemente cerca como para oír la conversación, por aquello de las balas perdidas, o que los dos protagonistas hablaran a gritos. Pero, como siempre, “si non e vero e ben trovato”, así que la historia es bien chula.

    Un saludo.

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