Las manos limpias del doctor Semmelweis

Semmelweis""El médico húngaro Ignacio Felipe Semmelweis (o Ignaz Phillipp Semmelweis) vivió a mediados del siglo XIX y su labor ha salvado un gran número de vidas. Recuerdo esta historia del colegio, cuando yo no era más que un niño. Una de esas cosas que escuchas o lees y por alguna extraña razón se graba en tu memoria.

El doctor Semmelweis había observado con preocupación que la tasa de mortandad entre las parturientas era muy alta en la Maternidad de Viena, donde trabajaba. Había allí dos salas de parturientas separadas, siendo el porcentaje de fallecimientos sensiblemente diferente entre ellas. Estudió las diferencias entre ambos pabellones y después de varias teorías y sospechas se dio cuenta de que los alumnos de medicina visitaban uno de los pabellones después de haber estado en “su clase” de anatomía en aquel mismo hospital. Este pabellón tenía la tasa de mortandad más alta. El otro era atendido por matronas. Esto le llevó a sospechar que los estudiantes eran los culpables.
Supuso que los estudiantes eran portadores de alguna “materia putrefacta” que cogían en los cadáveres de la clase de anatomía y que acababa en las pobres parturientas. Si me permiten la broma, así esas mujeres enfermaban y acababan en su clase de anatomía. Dispuesto a probar su teoría, el doctor Semmelweis propuso que todos se lavaran las manos con cal clorurada antes de atender a las parturientas. Sus colegas médicos le denostaron y no hicieron caso a su teoría.
Efectivamente la falta de higiene era la causa de la muerte ya que provocaba la fiebre o sepsis puerperal, es decir, una infección. Él mismo murió debido a esta enfermedad al cortarse con un escalpelo infectado. Según he leído en algún sitio, lo hizo a propósito para demostrar que su teoría era correcta. Hoy sabemos que sus razonamientos eran correctos y su figura ocupa un lugar destacado en la historia de la medicina.

7 comentarios en “Las manos limpias del doctor Semmelweis”

  1. Al parecer, a pesar de que había descubierto algo fundamental que salvaba vidas, al buen doctor nadie le hacia caso. HAcia el final de su vida se obsesionó más y más con el hecho de tratar de evitar las muertes mediante la profilaxis (un simple lavado de manos) y, de hecho, se puede decir que se volvió prácticamente loco (sus parientes incluso intentaron encerrarlo en un manicomio).

  2. Cuando reflexionas sobre estos casos ves que la ignorancia es atrevida. Siempre lo ha sido, a lo largo de toda la Historia de la Humanidad.
    Pero entonces me pregunto, ¿cuántas cosas deberemos de estar haciendo mal hoy en día, seguros de nuestro buen hacer, que generaciones futuras verán como manifiestamente perjudiciales para la humanidad? Porque, no seamos presuntuosos, aún falta mucho por descubrir. Y la pedancia es la primera traba que nos impide dejar de ser ignorantes.

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