La Iglesia en contra de los toros

Pío VNo se piensen ustedes que los antitaurinos que abogan por la supresión de las corridas de toros y demás eventos similares son algo nuevo. Es cierto que últimamente están más presentes en los medios y que seguramente sus filas son cada vez más numerosas, pero ya hace unos cuantos siglos existían este tipo de fiestas y, por supuesto, tenían sus detractores. También es verdad que lo que ahora son preocupaciones por los animales entonces eran más bien sencillamente motivos políticos. Vamos, que se estaba en contra por fastidiar más que nada.

Corría el año de nuestro Señor de 1567 y en el Vaticano estaba el Papa Pío V, italiano. Este Papa era sensiblemente antiespañol y tenía sus más y sus menos con el imperio que dominaba Europa. De hecho, estos desencuentros llegaron muy lejos y hubo más que palabras entre unos y otros. El Papa conocía el gusto por los toros de Felipe II, y sabiendo el inmenso poder de su «santa» palabra escrita, se dispuso a fastidiar, como decía antes, un poco a nuestro rey.

Publicó el día 1 de noviembre de aquel año una bula titulada “De Salute gregis Dominici” en la que no sólo mostraba su contrariedad a los eventos taurinos, sino que excomulgaba a todos los que participaran en ellos y además prohibía que los muertos en tales jaleos fueran enterrados en suelo consagrado. El texto de la bula exacto contenía frases como: «estos sangrientos y vergonzosos espectáculos dignos de los demonios y no de los hombres». “Prohibimos igualmente, bajo pena de excomunión y de anatema, a los clérigos así como a los seglares asistir a estos espectáculos”.

Por último, Pío V decía: «Ordenamos a todos nuestros hermanos patriarcas, primados, arzobispos y obispos, y a nuestros ordinarios locales en virtud de santa obediencia, apelando al juicio divino y a la amenaza de la maldición eterna, que hagan publicar suficientemente nuestro escrito en las ciudades y diócesis propias y cuiden que se cumpla lo que arriba hemos ordenado”. En España esta bula no fue publicada y todo siguió como antes, así que el Papa no consiguió mucho con su iniciativa. Quizás postularse como Santo Patrón de los antitaurinos.

Una Curistoria muy adecuada para ser publicada en estos días de San Fermín, fiesta de Pamplona, en donde se mezclan también los toros y la religión de manera muy estrecha.

5 comentarios en “La Iglesia en contra de los toros”

  1. Tengo entendido que durante buena parte de la Dictadura Franquista, los clérigos tenían prohibida la asitencia a espectáculos taurinos (no sé si extensiva a otro tipo de espectáculos, digamos, "mundanos").
    El caso es que yo he oído contar a mi padre la siguiente anécdota, que es verídica:

    "Un cierto cura (uno de los de la ciudad en la que vivía y vive mi Sr. Padre), asistía a una corrida de toros (era un aficionado empedernido) en otra ciudad, vestido de paisado, en aquellos tiempos de sotana, con lo que pretendía pasar desapercibido del todo y seguramente estaba totalmente convencido de ello.
    Hete aquí que en un momento de esos que conocen los buenos aficionados, en los que alguna suerte de la lidia o algún pase de cierta calidad, te hace perder la compustura y dejarte llevar por el entusiasmo, otro asistente a la mencionada corrida, sentado en la fila inmediatamente posterior a la del cura en cuestión, no encontró mejor modo de expresar su emoción que echar mano del sombrero que el curita llevaba a la cabeza y tirarlo al ruedo al tiempo que gritaba: ¡Viva el cura de mi pueblo!
    Bueno, eso no es grave, dirán Vds. Pero si tenemos en cuenta que esa época los curas "lucían" en su cabeza la llamada "tonsura" o "coronilla", que quedó al descubierto al tiempo que el otro gritaba lo de "el cura de mi pueblo", quizá puedan ponerse en el pellejo del individuo aludido.

  2. XDXDXD Buen artículo, aunque hay que tomar en cuenta de que en esos tiempos el "Vaticano" como entendemos hoy no existía, pues donde tenía poder el papa eran los Estados Pontificios, y su capital era Roma. El palacio papal estaba fuera de lo que hoy es la Cd del Vaticano, pero dentro de la misma Roma.

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