Quevedo y Felipe IV, ¿quién quedó encima?

QuevedoLos más viejos de este lugar recordarán la historia en la que Quevedo dejaba claro que “donde se mea no se ponen cruces”. También recordarán, seguramente, cómo el magnífico literato se bufaba de la grandiosidad del Imperio Español a través de su rey, Felipe IV, asemejando a este con un agujero: cuanta más tierra le quitan, más grande se considera. Genial. Aquí les dejo para su disfrute otra de las genialidades de Quevedo, una vez más a costa del pobre Felipe IV.

Las relaciones de Quevedo con la corte fueron y volvieron de lo bueno a lo malo y no es de extrañar lo uno ni lo otro. Habían de ser buenas, sin excusa posible, por el inconmensurable talento del poeta, que hacía pasar grandes momentos a todos. En cambio, con cuestiones como las que les voy a relatar a continuación, no son extraños ciertos “reproches” a su conducta, que viniendo de un rey en aquellos tiempos eran más que una regañina.

Felipe IV admiraba la capacidad para la rima de Quevedo y cómo improvisaba geniales y ocurrentes versos. En cierta ocasión, estando el rey cómodamente sentado, solicitó al poeta que improvisara una rima para él. Quevedo, solícito, solicitó al rey “un pie” con el que comenzar a rimar y trabajar el verso. El monarca, creyéndose gracioso y no midiendo bien a su rival en ocurrencias, levantó uno de sus pies tendiéndolo hacia Quevedo.

El rimador compuso al vuelo y soltó al mismo rey del Imperio Español, estando este pie en alto, lo siguiente:

“En semejante postura
dais a comprender, Señor,
que yo soy el herrador
y Vos… la cabalgadura”.

Entienda el lector por cabalgadura lo que quiera. Un gran y noble corcel, o quizás un torpe y lerdo asno, que por hacerse el gracioso dio lugar a una pequeña rima a su costa. Fuera lo uno o lo otro, creo que Quevedo quedó encima de aquella cabalgadura.

12 comentarios en “Quevedo y Felipe IV, ¿quién quedó encima?”

  1. Uno siempre ha de tener cuidado de lo que hace/dice enfrente de quienes tienen mentes agudas.

    Bueno, por fin he terminado de leer todas tus entradas. La calidad es excelente, aunque en algunos temas discrepé, pero no quise dejar comentario, por aquello de que podría atentar contra la Netiqueta reflotar temas muy viejos (aunque sería coherente con mi profesión -perdón por el chiste privado, yo me entiendo-).

    Pues de ahora en adelante dejo el pasado del pasado para seguirte en el futuro del pasado. O algo así.
    Muchas gracias por el gran trabajo.

    gt7h1

  2. No la conocía, Manuel. ¿En serio lo improvisó sobre la marcha? Eso es talento…
    Corrígeme si me equivoco (o si ya lo has publicado), pero también fue Quevedo quien apostó a que le señalaba a una dama de la Corte que tenía cojera (quizá a la reina?), su defecto cara a cara, algo que dicha señora se tomaba muy a mal, y ni los más cercanos se lo mencionaban. Pues bien, Quevedo se presentó frente a ella con dos flores, y le soltó aquello de:
    «Entre este clavel
    y esta rosa,
    su majestad ESCOJA»
    Un saludo 😉

  3. Muy buena esta entrada y muy buenas las ocurrencias del genial Quevedo. Se atrevía con todos los poderosos de la España de su época, aunque esto le conllevara desgracias.
    Ojalá existiera ahora un Quevedo de humor tan fino, satírico, desternillante, ofensivo, locuaz, atrevido, satírico, y a veces burro y de verdades como puños.

  4. Increible la habilidad de Quevedo y muy buena entrada.
    Hay que decir que Quevedo se movió toda su vida entre la adulación a Olivares y Felipe IV que al fin y al cabo habia que comer, y entre la sátira mas aguda que le valió varias expulsiones temporales de la corte.

  5. Josandres, vaya desde aquí nuestro homenaje.

    gt7h1, siéntete libre para comentar y rescatar lo que quieras. Por cierto, mil gracias por leerte todo y por el comentario.

    SUSO, lo que cuentas de la reina también parece que fue cierto, o al menos así se cuenta. Sin duda, otro detalle de su altura.

    Esther, gracias por el comentario.

    Carmen, seguro que existe, pero no lo conocemos.

    Ury6, hay que saber navegar entre aguas turbulentas, sin duda.

    Saludos.

  6. Anécdota falsa y espuria donde las haya.

    En primer lugar, porque el carácter grave de Felipe IV no era para esas gansadas.

    En segundo lugar, porque nadie en su sano juicio habría tenido en aquella época la arrogancia y la falta de respeto de tratar de "vos" al rey, cuando era el tratamiento que usaban los superiores para dirigirse a los inferiores.

    O sea: muy mal inventado todo.

  7. La reina le hizo una encerrona parecida y aprovecho una ligera cojera que ella tenía para la rima improvisada:
    Entre el clavel y la rosa, usted, es coja ( escoja)

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