Muertes ridículas

La verdad es que hablar de muertes tontas o ridículas tiene su aquel, porque las muertes siempre son trágicas, aunque gracias al tiempo y a la distancia, podemos hasta reirnos de algunas mueres, o al menos, sorprendernos.
El dramaturgo Tennessee Williams, cuyo nombre real era Thomas Lanier Williams III, murió sólo en la habitación de un hotel. Al parecer se atragantó con la tapadera de un bote de pastillas, cuando, seguramente, pretendía abrir dicho bote con la boca. Un accidente lamentable, sin duda.
El creador de la primera agencia de detectives del mundo, Allan Pinkerton murió en 1884 después de resbalar. ¿Un mal golpe en la caída? No amigos, demasiado sencillo para el señor Pinkerton. Se mordió la lengua en el resbalón. ¿Se la seccionó y se atragantó hasta la muerte? No, esa muerte no sería digna de un detective privado. La herida del mordisco acabó infectándose y le provocó la muerte finalmente.
Pero no siempre se trata de un caso de mala suerte o de un terrible accidente. Hay algunos casos en los que si bien es excesivo desearle la muerte al personaje, no podemos menos que llamarle tonto. Por ejemplo, el cocinero Vatel se encontraba preparando una cena para Luis XIV y otras 2.000 personas cuando se presentó ante él un momento lamentable, que además sería su momento postrero. ¡El marisco llegó tarde! Y claro, cualquier cocinero que se precie, frente a este imprevisto, debe atravesarse con una espada, tal y como hizo el gran Vatel. Admirable.
Estoy pensando que esta lista bien va a necesitar varias entradas. Pero antes de finalizar hablemos de Alejandro I de Grecia, que murió a la joven edad de 27 años como consecuencia de un mordisco que le propinó un mono. ¿Mala suerte? Sí, también. Pero el mono vivía en los jardines de su palacio, por lo que parece que el griego puso algo de su parte.
Y por último el record de la mala suerte, aunque algunos verán la mano del destino en la muerte de Esquilo, un dramaturgo griego. Siendo aún joven, una tortuga fue la causa de su muerte. ¿Cómo? Golpeándole en la cabeza. Sí amigos, este hombre murió porque una tortuga le golpeó en la cabeza. Eso sí, el pájaro que la llevaba en su garras y la dejó caer tuvo casi más culpa que la propia tortuga. Pero en cualquier caso, Esquilo murió por el golpe de la tortuga.
Por cierto, dicho esto, quizás estaría bien recordar las últimas frases de algunos personajes.

[Photo by Secretly Ironic]

9 comentarios en “Muertes ridículas”

  1. Hola

    Para ser Esquilo uno de los padres de las tragedias griegas, resulta increíble lo de su muerte, sin duda, fue toda una tragedia. Jajaja.

    Lo cierto es que yo había oído hablar sobre esto por alguna parte. Si no me equivoco, creo que las águilas cogían las tortugas y las abrían tirándolas contra las rocas. Lo curioso es que un águila confundió la cabeza de Esquilo con una roca (pues este era calvo) y le lanzó la tortuga.

    Un saludo.

  2. Hispanus, creo que haber leído que fue un quebrantahuesos el culpable, pero en cualquier caso esto es lo de menos. Y luego nos quejamos cuando un pájaro deposita sus heces suavemente sobre nosotros…

    Albareto, gran canción esa de DCD y forma parte de posiblemente su mejor disco. Volveremos en algún momento sorbe este tema, sin duda.

    Saludos.

  3. YO TMB SE EL CASO DE JACK DANIEL SI EL DEL WHISKEY QUE MURIO POR UNA INFECCION UN DIA PATEO SU CAJA FUERTE POR QUE NO SABIA SU COMBIANCION ALOS 6 AÑOS MURIO
    Y POST APARTE MERECE LA MUERTE RASPUTIN HE !!
    DE HECHO TODA LA VIDA DE EL PERO QUE MANERA DE MORIR
    SALUDOS
    CONDOR

  4. Tales de Mileto, dicen que murió cayendo a un pozo mientrás miraba las estrellas.
    Una mujer le decía: «pretendes observar las estrellas y ni siquiera ves lo que tienes a tus pies». La puñetera le había pusto una pidra en medio para que tropezara.

    Algo así es la leyendao historia.

  5. Más que un comentario, es una pregunta para cualquiera que tenga información. Hace años cayó en mis manos un ejemplar del Almanaque Mundial del Reader’s Digest de la década de los 50. Ahí se hacía mención a varios personajes históricos que tuvieron muertes insólitas (incluidos por supuesto el desafortunado Esquilo y su tortuga). Pero lo que llamó mi atención es que menciona además a un miembro de las camisas pardas de Hitler, quien durante los juicios de Nuremberg exclamó iracundo: «¡Que caiga muerto aquí mismo si las acusaciones que han dicho en mi contra son verdad!» Cinco segundos después caía fulminado al piso. Lastimosamente, no recuerdo el nombre de este personaje, y por lo tanto no he podido comprobarlo, sin embargo la anéctoda es tan rocambolesca que soy escéptica al respecto. Agradezco de antemano sus comentarios.

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